Ciclo A, 9º domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Jesús denuncia en el evangelio de hoy la ansiedad desmedida y el desasosiego en que se
vive en amplios sectores de la sociedad debido al afán por lo material y por el miedo al
futuro y al porvenir. ¿Cuál es el fondo de la enseñanza del Señor? Que un cristiano no tiene
necesidad de angustiarse por el comer, el vestir y todos los aspectos de la vida en general.
Ciertamente necesitamos satisfacer las necesidades básicas, valorar el tiempo del descanso
y de la preparación intelectual e integral en una sociedad cada vez más competitiva y
restrictiva pero sumergidos, como estamos, en la sociedad de consumo, en la propaganda
que nos influye, nos manipula y aliena es bueno analizar nuestra vida y dónde ponemos
nuestros objetivos, prioridades y esfuerzos personales. Si valoramos más el “tener” que el
“ser” nunca nos encontraremos satisfechos y siempre apeteceremos más, en una carrera
inacabable que nos obliga a seguir buscando más cosas. La seguridad, la realización
personal, el pálpito de la felicidad no está en los bienes materiales sino “en el Reino de Dios
y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt. 6,33).
La antítesis positiva de la ansiedad y de la preocupación desmedida por el tener no es la
pereza sino la credibilidad en nuestras posibilidades, el equilibrio del ritmo de la vida,
marcando los tiempos del trabajo-descanso, y la confianza en las manos del Padre Dios.
Vivir cumpliendo los designios en la alegría y la libertad “de las aves del campo”. Decir que
los pájaros y lirios no tejen, no es decir que no hacen nada. Hacen lo propio de su instinto y
viven en libertad, en el presente sin nostalgias del pasado y sin preocupaciones excesivas
del futuro cumpliendo con alegría y libertad la voluntad de Dios.
Hoy una de las enfermedades más comunes es el stress y sus consecuencias. Surge como
consecuencia de una tensa preocupación y angustia. Debemos vivir con fe y con fuerza el
momento presente, fijarnos más en el hoy que en el ayer o en el mañana. Sabemos que no
es fácil porque los recuerdos nos atan y el futuro nos arrastra. Vivir al día te da paz,
serenidad, encuentras sentido a lo que haces y a Dios en cada instante. Es sicológicamente
sano dividir los trabajos y las responsabilidades. Cada día la suya, organizadamente y con
calma. El silencio interior, la oración, el descanso renuevan la fe y el espíritu.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)