EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
10 Agosto
San Lorenzo, diácono y mártir - Fiesta
Carta II de San Pablo a los Corintios 9,6-10.
Sepan que el que siembra mezquinamente, tendrá una cosecha muy pobre; en
cambio, el que siembra con generosidad, cosechará abundantemente.
Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o
por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría.
Por otra parte, Dios tiene poder para colmarlos de todos sus dones, a fin de que
siempre tengan lo que les hace falta, y aún les sobre para hacer toda clase de
buenas obras.
Como dice la Escritura: El justo ha prodigado sus bienes: dio a los pobres y su
justicia permanece eternamente.
El que da al agricultor la semilla y el pan que lo alimenta, también les dará a
ustedes la semilla en abundancia, y hará crecer los frutos de su justicia.
Salmo 112(111),1-2.5-6.7-8.9.
¡Aleluya! Feliz el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos.
Su descendencia será fuerte en la tierra : la posteridad de los justos es bendecida.
Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud.
El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre.
No tendrá que temer malas noticias : su corazón está firme, confiado en el Señor.
Su ánimo está seguro, y no temerá, hasta que vea la derrota de sus enemigos.
El da abundantemente a los pobres : su generosidad permanecerá para siempre, y
alzará su frente con dignidad.
Evangelio según San Juan 12,24-26.
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo;
pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este
mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Agustín (354-430) obispo de Hipona y doctor de la Iglesia
Sermón para la fiesta de los mártires
«Si el grano de trigo cae en tierra y muere, dará mucho fruto.» (Jn 12,24)
Las proezas gloriosas de los mártires, ornamento de la Iglesia en todo el
mundo, nos hacen comprender a nosotros la verdad de lo que acabamos de cantar:
«El Señor siente profundamente la muerte de los que lo aman» (Sal 115,15). En
efecto, tiene un gran precio a nuestros ojos y a los ojos de aquel por cuyo nombre
murieron los mártires.
Pero el precio de estas muertes es la muerte de uno solo. ¿Cuántos muertos
ha rescatado muriendo él sólo, porque, si no hubiese muerto, el grano de trigo no
se hubiera multiplicado? Habéis oído lo que dijo cuando se acercaba a su pasión,
cuando se acercaba nuestra redención: «Si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda solo, pero si muere dará mucho fruto» (Jn 12,24). Cuando su
costado fue abierto por la lanza, salió sangre y agua, salió el precio del universo (cf
Jn 19,34).
Los fieles y los mártires fueron rescatados; pero la fe de los mártires fue
probada, su sangre es testimonio. «Cristo ha dado su vida por nosotros. También
nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos» (1Jn 3,16). Y en otro lugar:
«Si te sientas a la mesa de un poderoso, mira bien a quién tienes delante» (Prov
23,1). Es una mesa espléndida donde comes con el amo del banquete que es él
mismo. El es quien invita, él mismo es la comida y la bebida también. Los mártires
prestaron atención a lo que comieron y bebieron para preparar luego lo mismo.
Pero ¿cómo podían hacer otro tanto que su maestro, si él no les hubiera dado
primero para que luego pudieran imitarle? Esto es lo que nos recomienda el salmo
que hemos cantado: «El Señor siente profundamente la muerte de los que lo
aman» (Sal 115,15).
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