COMPRENDER Y CORREGIR
(DOMINGO XXIII. T.O. Ciclo A)
8 septiembre 2002
Es una hermosa, aunque difícil, lección la que nos brinda el Evangelio de hoy (Mt
18,15-20). Nos habla de la caridad. Es decir, de esa relación amorosa que debemos
mantener con los demás. Y, sobre ella, se nos dicen dos cosas:
*La caridad ve el lado bueno de las personas. A pesar de todo. Sí. Porque no se
trata de negar o de ignorar lo que de negativo pueda haber (que lo hay) en los
demás. No. El cristiano no se vuelve tonto o ciego. Por eso digo que a pesar de
todo. Las limitaciones existen, la maldad existe. Y nadie es perfecto. Tampoco los
otros. Leemos en el Evangelio de hoy: "Si tu hermano peca". Pero esa no es la
realidad total de las personas, porque, junto a ese lado oscuro, existe también otro,
sin duda, positivo. También esto hay que verlo y reconocerlo. Y, además (y este es
el gran descubrimiento del cristiano), en las personas, nada es definitivo y cerrado
para siempre, y, por consiguiente, inamovible. Podemos cambiar. Por eso, leemos
también: "Si te hace caso". Luego, es posible que uno se aleje de aquello que no es
del todo positivo en su vida.
Es una buena lección, porque solemos ser demasiado duros con los demás. Y
pasamos por alto muy pocas cosas. Basta con sorprender a alguien en algo, para
que ya, y para siempre, sea etiquetado de aquello y no le concedamos la posibilidad
de ser de otra manera.
¿No es esto (prescindiendo de una consideración meramente sicológica, que nos
habla de un proceso progresivo en el desarrollo de la persona) un contrasentido
grande para un cristiano? La hondura más original del cristianismo está en la
paciencia que Dios tiene con nosotros, en su capacidad de perdón para con
nosotros, en su esperanza de conversión en nosotros. ¡Dios cree mucho en el ser
humano! Y no porque esté engañado sobre él. No. No olvidemos que se ha hecho
hombre en Cristo para salvarnos del pecado. Sino porque sabe de nuestra
posibilidad de mejora con la ayuda de su gracia. Quien se sabe perdonado no puede
cerrarse a la posibilidad de cambio en el hermano.
*La comunidad de los cristianos es activa en la búsqueda de ese cambio en los
otros. Y llega, para ello, hasta la corrección fraterna: "Si tu hermano peca,
repréndelo". Pero está claro que lo que busca no es afear o reprochar nada en el
otro, sino ayudarlo a cambiar. Si esto se entiende bien, con qué delicadeza, con qué
reserva y discreción se tiene que hacer. Y, planteado de esta manera, el corregido
no tiene por qué ofenderse, sino que debe agradecer la ayuda que se le brinda. Una
cosa, pues, es desahuciar al hermano y otra es conformarse con su imperfección.
El Señor nos promete ayudarnos también en esto. Y, si le pedimos su ayuda, él,
que está en medio de nosotros, nos concederá que todos y cada uno de los
miembros de su comunidad, progresemos en el camino del bien.
Miguel Esparza Fernández