DE LA SIMA A LA CIMA TOTAL
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
14 de Septiembre de 2.008
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno
de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz.
el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es
Señor!, para gloria de Dios Padre. FIilipenses, 2, 6, 11
Sólo merece las rodillas de todo y de todos; sólo merece la confesión y la
aclamación universal el Hombre despojado de sí mismo y habitado por los demás.
El Hombre, en cuyo corazón caven todas las personas menos él mismo. El Hombre
que se desaloja de sí mismo a sí mismo, para alojar al mundo en sus entrañas. El
hombre, a quien le duelen todos los dolores menos el suyo propio. El Hombre
crucificado por todas las cruces y muerto por todas las muertes. El Hombre, en
cuya afectividad irrumpen y emergen los padecimientos generales. El Hombre
desvivido de sí, que no vive su propia vida sino que lo viven los demás. El Hombre,
cuya pasión mortal es dejarse “apasionar” por todos... ¡Sólo ese Hombre merece
genuflexión y confesión totales!
Sólo merece todos los nombres aquel Hombre que, pasando por uno de tantos, da
nombradía a todos los mal nombrados. Sólo merece el Nombre-sobre-todo-nombre
aquel Hombre que a cada hombre lo nombra por su nombre. Aquel Hombre, para
quien nadie es anónimo. Aquel Hombre, ante quien todos recobran su irrepetible y
personal denominación. Aquel Hombre que con sólo ser nombrado pone nombres
nuevos a los hombres y a las cosas. Aquel Hombre que, en vida y en muerte, fue,
es y será el Nombre de Dios, el Eco de Dios, la forma que tiene de oírse Dios. Aquel
Hombre, que nunca habló en nombre propio porque siempre habló en nombre de
Dios. Aquel Hombre que recibió del Padre el NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE,
cuando los hombres quisieron borrar su nombre de toda la tierra... Ese Hombre es
el “Ecce homo”, la Oferta dada y recibida por Dios Padre, la Ofrenda y el Don
universal, la Dote y el Sacerdote perfecto, el único Hombre y el único Hombre bajo
el cielo y la tierra, por el que el hombre condenado puede salvarse, por el que el
hombre muerto puede resucitar.
A ese Hombre, muerto y resucitado, a Jesucristo el Señor, nuestra rodilla, nuestra
aclamación, nuestra confesión, nuestra obediencia, nuestra vida, nuestra muerte.
En el Él y en su Cruz nos gloriamos; en Él está nuestra salvación, nuestra vida y
nuestra resurrección. ¡¡¡ A Él, el honor y la gloria por los siglos de los siglos!!!
Juan Sánchez Trujillo