Ciclo A. 14º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Pedro Guillén Goñi, C.M.
El evangelio del día de hoy comienza con una oración de acción de gracias dirigida
por Jesús a su Padre Dios. El Señor alaba a los humildes y sencillos porque Dios se
expresa especialmente en ellos y son modelo de generosidad y respuesta al amor
que nos tiene.
Algunas preguntas surgen espontáneamente a partir de esta oración de Jesús.
¿Cómo podré ser yo humilde y sencillo para sentirme también preferido por Dios?
¿Qué rasgos característicos, qué actitudes cultivaré en mi vida para vivir en
profundidad estas máximas evangélicas ?. La sencillez en la Biblia, y también en la
vivencia espiritual de San Vicente de Paúl, está ligada a la transparencia de
vida, a la autenticidad, a la sinceridad de corazón. La sencillez, nos dirá el
santo, consiste “en decir las cosas llanamente como están en nuestro corazón, sin
elucubraciones inútiles, y en hacer todo sin engaño y artificio, mirando solamente a
Dios”. Lo propio y específico de la sencillez es la referencia continua a Dios para
agradarle sólo a Él en pensamiento, palabras y obras. Para ello es preciso alejarse
de la soberbia, del orgullo, de la hartura humana y autosuficiencia, de la mentira y
el engaño, de la hipocresía y doblez, de la vanagloria y vanidad y es preciso vivir en
sencillez y humildad, en pobreza y dependencia ante el amor misericordioso de
Dios.
La sencillez consiste también en decir la verdad, defender la verdad,
discernir dónde se encuentra la verdad . Ante un mundo marcado por las
apariencias, por la búsqueda del aplauso fácil y superficial, por reflejar una imagen
externa incompatible con la vida interior, por la defensa de un interés egoísta que
quiebra el bien común, la sencillez evangélica debe abrirse paso desde la
sinceridad, transparencia y verdad. ¡Felizmente hay también personas y actitudes
que optan, hasta en situaciones muy difíciles, por reflejar en sus vidas el principio
fundamental de la verdad y el amor de Cristo que se manifiesta en los sencillos!
¿Cuáles serán las “consecuencias” si vivimos inmersos en el manto de la sencillez y
humildad evangélica?. El mismo Jesús nos da la respuesta en la segunda parte del
evangelio que compartimos este domingo: Encontraremos descanso y serenidad de
espíritu porque, aliviados del peso de nuestras ocupaciones y preocupaciones que
nos impone el mundo “externo” sentiremos la presencia de Jesús que es “manso y
humilde de corazn” (Mt. 11, 29) y nos acompaará fielmente en la travesía de la
vida.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)