El perdón es más que ignorar u olvidar
11/08/2011
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21–29, 1
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Si mi hermano me
ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le
contestó: «No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete».
Entonces Jesús les dijo: «El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso
ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos
millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su
mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor,
arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo
pagaré todo”. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo solt y hasta le perdon la
deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros,
que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba,
mientras le decía: “Págame lo que me debes”. El compaero se le arrodill y le
rogaba: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. Pero el otro no quiso
escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al
rey lo sucedido. Entonces el seor lo llam y le dijo: “Siervo malvado. Te perdoné
toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido
compasin de tu compaero, como yo tuve compasin de ti?”. Y el seor
encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo
que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de
corazón a su hermano».
Cuando Jesús terminó de hablar, salió de Galilea y fue a la región de Judea que
queda al otro lado del Jordán. Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor, setenta veces siete… Imposible de lograr si no eres Tú quien me da la luz y
fuerza para saber doblegar mi orgullo para ver con amor y comprensión a los
demás. Contigo todo es posible, por eso ven e ilumina esta oración.
Petición
Concédeme apreciar el valor de tu misericordia.
Meditación
«A mitad del Evangelio de Mateo se encuentra la parábola del siervo despiadado: a
él, que era un alto mandatario del rey, le había sido perdonada la increíble deuda
de diez mil talentos; pero luego él no estuvo dispuesto a perdonar la deuda, ridícula
en comparación, de cien denarios que le debían: cualquier cosa que debamos
perdonarnos mutuamente es siempre bien poco comparado con la bondad de Dios
que perdona a todos. Y finalmente escuchamos la petición de Jesús desde la cruz:
“Padre, perdnalos, porque no saben lo que hacen”. Si queremos entenderla a
fondo y hacer nuestra la petición del Padrenuestro, hemos de dar todavía un paso
más y preguntarnos: ¿Qué es realmente el perdón? ¿Qué ocurre en él? La ofensa es
una realidad, una fuerza objetiva que ha causado una destrucción que se ha de
remediar. Por eso el perdón debe ser algo más que ignorar, que tratar de olvidar.
La ofensa tiene que ser subsanada, reparada y, así, superada. El perdón cuesta
algo, ante todo al que perdona: tiene que superar en su interior el daño recibido,
debe como cauterizarlo dentro de sí, y con ello renovarse a sí mismo, de modo que
luego este proceso de transformación, de purificación interior, alcance también al
otro, al culpable, y así ambos, sufriendo hasta el fondo el mal y superándolo,
salgan renovados» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 68).
Reflexión apostólica
«El balance del día se concluye agradeciendo a Dios los progresos, reconociendo
con humildad los fallos, pidiendo perdón y formulando un propósito que ayude a
reemprender el camino sin desalientos » Manual del miembro del Regnum Christi , n.
249).
Propósito
Hacer un balance al final del día para reconocer las faltas cometidas.
Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por tu gran misericordia y por este momento de oración. Es claro y
justo que me perdonaras en la medida en que yo sepa perdonar a los demás, por
eso te pido vengas a mi corazón para que pueda crecer en el amor, en la
comprensión, en la paciencia que me lleve a tratar a todos con amor.
«Por muy fuertes que sean las dificultades de relaciones humanas, siempre se
pueden superar con la apertura franca, cordial, basada en la fe y en el amor»
( Cristo al centro, n. 367).