Ciclo A. 1º Domingo de Cuaresma
Pedro Guillén Goñi, C.M.
¿ Con la imposición de la ceniza, símbolo de conversión y de humildad, iniciamos el
tiempo de Cuaresma. La Iglesia nos propone cuarenta días de intensificación
cristiana y así prepararnos adecuadamente a la celebración de la pasión, muerte y
resurrección en Semana Santa. Toda una pedagogía de conversión, oración y
penitencia en el itinerario espiritual de nuestra vida que desemboca en la Pascua
del Señor.
La liturgia de la palabra de este primer domingo, concretamente el Evangelio de
San Mateo, nos describe las tentaciones de Jesús en el desierto. Los creyentes, a lo
largo de la vida, nos vemos asaltados por la tentación. Con ella, Dios pretende
probar nuestra fidelidad. “No nos dejes caer en la tentacin” decimos en la oración
del “Padre Nuestro” para suplicar al Seor fortaleza y perseverancia ante el mal que
surge en el mundo y que nos influye decisivamente.
Las tentaciones que padece el Seor son “sugerencias” que el demonio le hace para
ofrecerle medios “más adecuados y eficaces” que la misma cruz para llevar a cabo
la misión en el mundo, la instauración del Reino de Dios. Son un intento de destruir
la confianza incondicional que Jesús tiene en su Padre a pesar de la exigencia de su
repuesta. Sin embargo, el Señor no cae en la trampa y, ya desde el principio de su
predicación, confía en Dios, fortalece su espíritu y prioriza su Proyecto del Reino
ante cualquier seducción del mundo.
La primera tentación, a la que debemos estar alerta y superar, es creer en el tener
más que en el ser. La sociedad consumista nos envuelve de tal manera que
podemos pensar que la felicidad y la proyección de nuestros objetivos giran en
torno a satisfacer nuestras necesidades materiales. Las cosas, por sí solas, no
favorecen el sentido auténtico de la vida, Dios es el origen, la fuente y la meta de la
verdadera vida. Cristo, al superar esta primera tentación, nos invita a la solidaridad
y a la fraternidad.
La segunda surge al confundir la fe con una comprobación evidente. Pedimos que
Dios se nos manifieste con signos deslumbrantes. Pretendemos creer porque
vemos, no porque nos fiamos de Dios mismo. Buena oportunidad a la luz de el
ejemplo de Jesucristo para descubrir que la gracia del Señor nos acompaña
siempre, en los momentos de gozo y de dolor, de entusiasmo y pesimismo, de
ansiedad y de paz. La grandeza de nuestra relación con Dios estriba en reconocerlo
en las cosas sencillas, en nuestro diario vivir.
La tercera gira en torno al dominio y poder. Es legítimo y necesario aspirar y
reconocer la autoridad para mantener el orden en nuestra sociedad y todos
estamos comprometidos a ejercerla en nuestras propias relaciones humanas y en el
ambiente donde nos desenvolvemos. Jesús, al superar esta tentación, nos exhorta
a utilizar los medios adecuados para alcanzar el poder y a llevarlo a cabo con
espíritu de servicio y amor.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)