Ciclo A. Solemnidad. La Ascensión del Señor
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Con la Ascensión del Señor culmina el tiempo de permanencia en la tierra del Señor
con sus discípulos. La experiencia que vivieron con Jesús de Nazareth a partir de su
elección, acompañamiento en la instauración del Reino, dudas después de su
muerte y recuperación de la fe con la resurrección y apariciones pareciera quedar
truncada cuando se despide de ellos y decide acercarse a la gloria de Dios. Sin
embargo Jesús les mantiene en la esperanza porque estará con ellos hasta el final
de los tiempos.
¿Qué les recomienda el Señor antes de despedirse como si fuera lo más urgente y
necesario que deberían realizar sin su presencia temporal en este mundo? ¿ A qué
se deben dedicar una vez que han palpado por la fe su presencia resucitadora y
creen incondicionalmente en Ël? ¿De qué forma pueden prolongar lo que “han visto
y oído” para que la relacin comprometida con Ël no fuera una especie de fuego de
artificio que, aunque muy vistoso y espectacular, desapareciera pronto? El mismo
Jesucristo les da la respuesta: Vayan y hagan discípulos bautizándolos en el
nombre del Padre…
Y es que la Ascensión del Señor es el recuerdo gozoso de una misión que Jesús nos
encomienda y que si nosotros no la llevamos a cabo, nadie nos puede sustituir:
testimoniar que Jesús es el Salvador de los hombres . Jesús envió a sus
discípulos a anunciar el evangelio durante su predicacin. Así se “entrenaban” para
prepararse adecuadamente a lo que más tarde deberían realizar. Cuando se
despide, Jesús les indica que les ha llegado “su hora”. La misin, el anuncio del
“kerigma” (la predicacin del Seor) no les resultará fácil ni agradable. Sin
embargo el Señor siempre les acompañará y les promete su presencia: su propio
Espíritu.
El bautismo nos incorpora a la fe, nos hace Hijos de Dios y, desde la renovación
permanente de sus promesas, nos llama a ser testigos de Jesucristo. Todos
estamos llamados a dar testimonio del Señor. Por eso la Ascensión es la fiesta
del compromiso y de la esperanza . El compromiso de hacer presente el Reino
de Dios entre nosotros, contribuyendo a la solución de los males que nos
sobrepasan y testimoniando al Señor en el pequeño radio de acción de nuestro
entorno de cada día. La esperanza de mantener actuante la fe de un Dios que
permanece vivencialmente en medio de nosotros, da sentido a nuestro diario vivir y
nos abre las puertas para que un día también “ascendamos” y gocemos con Él en la
eternidad.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)