Ciclo A. Solemnidad. La Ascensión del Señor
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Queridos amigos
La Ascensión del Señor es la otra cara de la Resurrección. Ciertamente es grande,
lo máximo, haber vencido a la muerte (y al pecado causante de la misma). Y es
grande e inédito haber estrenado un nuevo cuerpo, espiritual, lo llama S. Pablo (1
Cor 15,44) y una nueva forma de vida. “Ha comenzado el reino de la vida y se ha
disuelto el imperio de la muerte, nos dirá el obispo S. Gregorio de Nisa. Ha
aparecido otra vida, otro modo de vivir, la transformación de nuestra propia
naturaleza”. Pero aún siendo la Resurrección tan grande, sería trunca e insuficiente
sin la Ascensión, que la colma de sentido y valor. Que completa y corona la
premiación y glorificación de Jesús por el Padre Dios, al sentarlo a su derecha, muy
por encima de todo poder…en este mundo y en el otro, y al colocar todo bajo sus
pies (Col 1, 21-22).
Es así cómo hay que entender lo que, sobre la Ascensión, decimos en el llamado
Credo de los Apóstoles. Jesús no subió ni bajó, simplemente volvió a su Padre.
Tampoco está sentado a su derecha, pues, siendo Dios espíritu puro, no tiene
derecha ni izquierda; ni hay asientos en el cielo… Todo ese fraseo coloquial es para
decirnos que el Padre Dios recibió con amor a Jesús y lo glorificó dándole el Nombre
que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla… y
toda lengua proclame que Cristo Jesús es el Señor (Fil 2, 9-11). Para esto el
Espíritu resucitó a Jesús. Pero ¿qué hace Jesús en el cielo? Ante todo gozar de la
gloria del Padre. Luego enviarnos el Espíritu Santo (Jn 14, 16), actuar como
sacerdote y mediador, ser fuente y modelo de los bautizados, y prepararnos un
sitio para que, cuando nos llame, estemos con Él para siempre (Jn 114,3)
Por la Ascensión Jesús está en el cielo con su cuerpo, alma y divinidad. Pero, por
voluntad suya, está también en la eucaristía: con su cuerpo, alma y divinidad. No
sabemos cómo es esta presencia, que llamamos “sacramental”, pero que está, está
(Jn 6, 51+; Lc 22, 19-20; 1 Cor 11, 23+). Siendo Dios pudo hacerlo, y por el amor
grande que nos tuvo (y nos tiene) quiso hacerlo ¡y lo hizo! Tanto es así que si
preguntamos dónde está Jesucristo Resucitado, la respuesta es: en el cielo, junto a
su Padre Dios, y en el sacramento de la eucaristía, por nosotros. Son los dos únicos
sitios (sic) donde Él está realmente y en persona, aunque espiritualmente esté en
cada corazón que lo ama. Un Jueves Santo, en la Última Cena, Jesús anticipó este
milagro de su doble presencia real , pues estando Él a la mesa, cada discípulo lo
comió en la forma de un poco de pan (Lc 222, 19). Desde entonces y por voluntad
suya, este milagro se repite en cada eucaristía.
En relación con nosotros la Ascensión del Señor nos enfrenta con una doble
realidad : la de lo alto , donde Jesús está (Col 3, 1+; Fil 3,20+; Ef, 2,6); y la de
aquí abajo , con una inmensa doble tarea: 1. asumir nuestra adultez y
responsabilidad de discípulos misioneros (Hech 1, 11) y 2. retomar la Nueva
Evangelización “hasta los extremos de la tierra” (Hech 1, 8). Les invito a leer los
textos, pues no hay espacio para más.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)