Domingo XXI del Tiempo Ordinario Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
¡LA FE ESTÁ SOBRE ROCA!
Conocemos muy bien las peleas de Isaías con Acaz y los anuncios (oráculos) de un
nuevo rey, pequeño, en quien se pondrían todas las esperanzas, Ezequías (716-687
a.C). El segundo libro de los reyes dice de él: “había asumido el trono 25 aos y
gobernado 29. Hizo lo que el Señor quería, igual que su antepasado David. Entre
otras cosas, trituró la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los
israelitas seguían todavía quemándole incienso. Puso su confianza en el Señor,
Dios de Israel y no tuvo comparación con ninguno de los reyes que hubo en Judá,
antes o después de él” (2 Re 18,1-5).
El problema grave es que Acaz había aceptado la protección de Asiria y Ezequías
buscaba la liberación sin el apoyo de Egipto, que era el único capaz de equilibrar las
fuerzas. Ya había tenido que pagar a Asiria todo el oro que tenía el templo y el
tesoro del palacio por dicha colaboración.
En alguna oportunidad el rey de Siria le mandó preguntar: ¿En qué fundas tu
confianza? ¿En Egipto que es un bastón de caña quebrada? ¿Y si me dices que en
el Señor nuestro Dios no ese de quien has suprimido las ermitas para que adoren
en Jerusalén? Y Ezequías se rasgó las vestiduras y se fue al templo para exclamar:
“Hoy es un día de vergüenza castigo y angustia, los hijos llegan al parto y no hay
fuerzas para darlos a luz” Acaz ha ultrajado al Dios vivo que él castigue las palabras
que el Señor, tu Dios ha oído. ¡Rezad por el resto que todavía subsiste! (2 Re
19,1ss).
Ezequías descubrió a Dios en medio de los avatares de la política. A Ezequías lo que
le importaba era la liberación de Israel; de ahí la claridad de sus acciones Dios
colaboró con la destitución de un mal gobernador, Sebná emplazándolo por un
servidor del pueblo Eliacín. Vendría un momento en que Dios estableciera a su
pueblo un dirigente de confianza que no utilizara el poder en su propio beneficio.
Recordemos la antífona que se canta en la liturgia cuando está cerca la Navidad:
¡Oh llave de David destruye los muros de la prisión de la muerte para quienes
moran en la oscuridad y a la sombra de la muerte, y lleva a tu pueblo cautivo a la
libertad! En el apocalipsis Cristo sostiene las llaves de la muerte (Ap 1,118). De
todo corazón, Señor, te damos gracias, Señor, te adoraremos en tu templo. Señor
tu amor perdura eternamente (Sal 137).
NUESTRA PIEDRA ANGULAR
Jesús ha dejado galilea, ahora quiere dedicarse sólo al grupo de los doce, lo que le
requiere dejar la multitud. Nosotros somos los discípulos que deseamos oír de
parte de Jesús la revelación del misterio de la pasión, misterio central de la
celebración de hoy. La pregunta siguiente muestra que la fe es lo más necesario
para seguir a Jesús “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” ¿Hoy qué
dice la gente acerca de Jesús? Son miles las respuestas comprendidas desde la
gente del común, los creyentes, los medios, el twiter, el cine, el teatro, los
agnósticos, la literatura. Sin duda que la multiplicidad de opiniones es más
dramática hoy por la indiferencia de quienes antes pertenecían a la religión. En la
visita del Papa a España, aparecen estos signos mezclados con la fe.
LA ROCA Y LA RESURRECCIÓN
A quienes decimos con Pedro que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo “Nos
responde Jesús: Benditos ustedes… porque no ha sido la carne, ni la sangre quienes
le han revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos”. La fe es por revelacin
la carne y la sangre es desde nosotros mismos, y “la carne es carne” decía Pablo.
La fe es el don que más debemos agradecer a Dios más que dar gracias por cosas
que en ocasiones obstaculizan la fe.
Cuando proclamamos a Jesús como “Hijo de Dios”, sabemos que nuestro
conocimiento o inteligencia, experiencia pastoral o estudios bíblicos no pueden
descubrir lo que Dios revela a los humildes (Mt 11,25) como la fe de los humildes,
la fe de Pedro despierta el agradecimiento de Jesús; “Bendito eres Seor hijo de
Jonás”. Pero el relato no termina ahí. “Yo te digo a ti, Pedro” El nombre de la
palabra (Pedro = roca) es claro en arameo. Simón es designado como la roca sobre
la que Jesús construye la Iglesia (Is 28,16). Pedro está unido a la roca de la
construcción. Y, a esa roca pertenecemos los creyentes. La roca es uno que ha
muerto y resucitado. Porque venci la muerte “las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella”
¡En tiempos de crisis de pertenencia e identidad porque no fundamentar de nuevo
la fe en la roca que venci la muerte y esta resucitado” Conoceríamos como el mal
no puede prevalecer como absoluto de la vida!
LLAVES DE CONSTRUCTOR
“Las llaves del Reino” son para construir la Iglesia en este tiempo, el tiempo
intermedio entre la Pascua de Cristo y su retorno.
Para Mateo el episodio de Cesarea constituye algo central en la vida de Jesús, por
ello agrega después del relato. “No le digan a nadie que yo soy el Mesías”. A partir
de entonces comenzó a explicar a los discípulos que habría de subir a Jerusalén y
padecer mucho.
En el momento en que Mateo escribió el Evangelio, la orden del secreto había sido
suprimida por Jesús por el envío de los discípulos a predicar por todo el mundo
(Mt 28,16-20).
Es interesante indicar de acuerdo al Evangelio de hoy: A Pedro como piedra angular
de la Iglesia se le entregan las llaves del Reino para atar y desatar (Mt 16,1). En
Pedro se cumple a plenitud lo que se le había dado a Eliacín “Pondré la llave del
palacio de David sobre su hombre. Lo que el abra nadie lo cerrará, lo que él cierre,
nadie lo abrirá” (primera lectura). El símbolo del poder de las llaves de la primera
Alianza (AT) se cumple en Pedro y la Iglesia.
ROCA Y SABIDURÍA
Pablo es uno de los creyentes nacidos del pueblo judío, para quien su fe
corroboraba que los dones de Dios eran irrevocables, porque Dios ha hecho que su
amor cubra a quienes lo aman. De ahí concluye “Que inmensa y rica es la
sabiduría y la ciencia de Dios” “… Todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por El
y todo está orientado hacia Él. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén”
(2da. Lectura).
Lo que Pablo escribe aquí es un resumen de una contemplación sin la que toda
catequesis, teología o reflexión particular son acercamientos superfluos o temas
inconclusos. Solo la muerte y resurrección de Jesús pueden ser nuestra roca e
identidad. Orar con el texto de la segunda lectura es abrir la imaginación de la fe,
¡y por qué no! Puede ser el inicio de un proceso místico. Dejemos llevar sin
ninguna resistencia por este texto que equivale a que nos conduzca el amor de Dios
al abismo de la sabiduría.
LECTURAS
Isaías 22, 19-23
Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto, te
destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacin, hijo de Elías: le
vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los
habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá. Colgaré de su hombro la llave del
palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo
hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.»
Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 6 y 8bc (R.: 8bc)
R. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me
postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre. R.
Por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te
invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Señor, tu
misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R.
Romanos 11, 33-36
¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué
insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la
mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él
le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos.
Amén.
Mateo 16, 13-20
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus
discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: -«Unos que
Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-« ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de
carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la
derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en
el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo. »
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.