Domingo Vigésimo Segundo del Tiempo Ordinario A
“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con
su cruz y me siga”
Después de recordar el Domingo pasado la confesión de fe de san Pedro, la
aprobación por parte de Jesús, y la promesa de que Pedro será la roca básica de la
Iglesia, el evangelio de este Domingo nos dice que Jesús empieza a adoctrinar a
sus discípulos sobre su realidad mesiánica, y la manera de llevar a cabo su misión:
“Empez Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí
mucho…” Jesús no será el Mesías político y poderoso que esperaba la mayoría del
pueblo judío, sino un hombre que asumirá, en el dolor y la incomprensión de la
lucha diaria, la tarea de liberar al hombre de su egoísmo, orgullo y ambición. Pedro
llevándose a parte a Jesús trata de disuadirlo: “¡No lo permita Dios, Seor! Eso no
puede pasarte”. La reaccin de Pedro es muy explicable: no ha entendido todavía
que el camino de Jesús, como todo camino verdaderamente humano, es camino de
renuncia y muerte, antes de serlo de salvación y gloria.
Jesús, con duras palabras, recrimina a Pedro, le llama Satanás apartándolo de su
vista ya que le hace tropezar porque “piensa como los hombres, no como Dios”.
Pedro, a pesar de su confesión de fe, no ha entendido casi nada. No entendía aún,
como nosotros, que el camino del amor y de la fidelidad a la misión, tiene que estar
abierto hasta la entrega total, y si es preciso dar la vida. El gran escándalo de
Pedro, y de muchos cristianos, es que el Hijo de Dios rompa radicalmente con la
idea de un mesianismo triunfalista y poderoso, y siga un camino de pobreza, de
servicio, de don de la propia vida, no por masoquismo, sino como única forma de
encontrar la verdadera vida y “ser como Dios”.
Ser cristiano consiste, fundamentalmente, en seguir a Jesús, caminar tras sus
huellas, aprender a vivir como El, reproducir su estilo de vida sencillo, fraterno,
cercano a los demás y abierto al amor y confianza en Dios. Es Jesús quien marca
las pautas de ese seguimiento, señalando las condiciones ya que la misma suerte
que el Mesías deben correr sus discípulos.
“El que quiere venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y
me siga”. Se es discípulo de Jesús después de un acto libre y consciente, lo que
supone conocer bien el Evangelio, adherirse a su persona, comprender sus palabras
y sus gestos, y después, decidirse. No se puede seguir viviendo un cristianismo
sociológico que nada tiene que ver con las exigencias marcadas por Jesús.
Negarse a sí mismo no significa anularse a sí mismo como persona, ser incapaz de
tomar una decisión, someterse incondicionalmente a toda autoridad, no tomar las
riendas de la propia vida. Significa, más bien, renunciar a toda ambición personal,
no ponerse a sí mismo como centro de la propia existencia; superar todo egoísmo y
deseo de gozar y de placer, dominarse, esforzarse, valorar a Jesús como la mejor
ganancia. Es una conversión que llega hasta la misma raíz del hombre y alcanza el
centro de la propia mentalidad. “Negarse a sí mismo” significa aceptar la liberacin
que trae Jesús y obliga a luchar por liberarse de todas las fuerzas internas que nos
aprisionan: mentiras, orgullo, comodidad, afán de lucro y de poder.
“Que cargue con su cruz”. Es la segunda condicin que completa la anterior. De
ordinario se piensa que cargar con la cruz es aguantar, resignadamente, todo lo
que nos venga encima: dolor, contrariedades, desgracias, las propias limitaciones,
y hasta las situaciones de injusticia que hallamos en el mundo. Parece que mientras
más sufrimos, más agradamos a Dios ofreciendo nuestros sufrimientos, cargando
con las cruces que decimos, muchas veces, que El nos envía. Nada más lejos de la
manera de ser de Dios. Como Padre amoroso y bueno, no quiere el sufrimiento. El
dolor y el sufrimiento tiene su origen en el hombre, limitado por naturaleza, y
movido por un egoísmo causa de muchas desgracias e injusticias que salpican la
vida de la humanidad.
Cargar con la cruz significa llevar con valentía el empeño por ser fiel a uno mismo,
ser consecuente con la misión que ha de cumplir, luchar por la libertad, el amor, la
justicia, la paz. No pactar con el conformismo, sino ser creativo y emprendedor
abierto al misterio de Dios y gastando la vida a favor a los demás. Es soportar la
incomprensión de los que sólo piensan en si mismos encerrados en su comodidad.
La cruz es el modo de afrontar la vida que debe ser aceptado desde el corazón.
El que cumple estas dos condiciones es el verdadero seguidor de Jesús. Porque
seguirle no significa un mero acompañarle exteriormente o hablar mucho de Él,
sino adherirse interiormente a su persona, tomar parte en su destino histórico,
comulgar con su vida unidos a los crucificados por los poderes de todos los tiempos.
Eso es salvar la vida, “perdiéndola”, y renunciar a ganar el mundo para no malograr
la propia vida.
Joaquin Obando Carvajal