Ciclo A. 6º domingo de Pascua
Pedro Guillén Goñi, C.M.
El desarrollo temático del evangelio del día de hoy guarda relación con el domingo
anterior. Jesús presiente que llega su hora y, a modo de testamento, como si
fueran sus palabras más urgentes y definitivas, quiere inculcar a sus discípulos la
fe ante el desaliento de la vida, la esperanza que anime el testimonio ante
su ausencia inminente y la caridad como ejemplo de vida entregada por
amor.
¿Por qué la liturgia de la palabra nos propone en tiempo de Pascua, tiempo de
resurrección y de vida, una conversación de los discípulos con el Señor poco antes
de morir? La respuesta la encontramos en el mismo texto evangélico. El Señor los
quiere preparar con anticipación para que aprendan a vivir sin su presencia física
pero descubriendo la fuerza del Espíritu impulsada por el amor que garantiza su
permanencia en medio de ellos. Cuando la persecución arrecie y los discípulos
presientan la tentación del miedo y de la duda, el Espíritu fortalecerá su mente y su
corazón para confirmar su fe en Jesús. Los discípulos se sienten tristes por la
partida de Jesús pero el Señor les consuela, “les conviene que se vaya” porque
cuando les envíe su Espíritu podrán reconocer, hasta el fin del mundo, la presencia
viva de Cristo en medio de la Iglesia.
Como sucedió con los discípulos tampoco a nosotros nos deja abandonados el
Señor. Nos ofrece la presencia de su Espíritu para que su fuerza nos ayude a llevar
a buen término nuestra misión y nos exhorta a vivir desde nuestra propia
señal de identidad: el amor . Amar, desde la perspectiva cristiana es vivir
orientado hacia los demás, no es un mero sentimiento. La condición esencial para
guardar los mandamientos es el amor. Los “mandamientos de Jesús” por
contraposición a “los mandamientos antiguos” se reducen a uno solo: el
amor, la vida entregada. Por eso, impulsado por el Espíritu de Dios puede vivir
en medio de nosotros a pesar de la muerte, por el propio amor que nos tiene.
El amor de cada uno debe ser el mismo que el de Jesús: la vida puesta al servicio
de los demás en medio de la realidad en la que vivimos. Entregarse hasta ser capaz
de olvidarse de sí mismo en beneficio de los demás. Revisemos nuestras actitudes
de vida, confrontemos nuestra relación con el Señor desde la óptica del amor
trascendido a Dios por la oración y los sacramentos y extendido a los hombres por
la práctica de la caridad.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)