Ciclo A. 3º domingo de Pascua
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
El evangelio de “los dos de Emaús” (Lc 24, 13-55), nos cuenta el regreso al
pueblo de dos discípulos decepcionados de Jesús. Sucedió en la tarde de la
Resurrección y probablemente se trata de los esposos Cleofás, que estuvieron con
María al pie de la cruz (Jn 19,25). El relato es patético, pero también sugerente,
pues “los dos de Emaús” podríamos ser tú y yo, seguros de que lo que les pas a
ellos es lo que nos pasa a nosotros y a millones de cristianos como nosotros.
Obnubilados por el fracaso e incapaces de ver más allá de sus narices, ni se dan
cuenta de que es Jesús en persona quien les acompaña. En esencia, el problema de
“los dos de Emaús” -y el nuestro y el de millones de cristianos- es que no nos
sentimos acompañados ni acompañando a Jesús, que va a nuestro lado.
Preocupados por el hecho histórico de la Resurrección de Jesús, ciframos nuestra fe
en el sepulcro vacío y en las apariciones. Si Jesús no hubiera resucitado, la
predicación y la fe serían vanas, nos dice San Pablo (1 Cor 15,14). Ciertamente,
pero con ser necesaria para fundamentar nuestra fe , la resurrección histórica
de Jesús es insuficiente para animar nuestra entrega total al Señor.
Bienaventurados los que, sin haber visto, creen, dirá Jesús a Tomás, que pedía a
gritos tocarlo para creer en Él (Jn 20, 25-29). El hecho de la resurrección del Señor
es en sí fundante, pero pide que cada uno lo haga suyo desde su experiencia de fe.
Es merced a esta experiencia de fe en Jesús, que Tomás caerá a sus pies para
decirle “¡Seor mío y Dios mío!”, dispuesto a dar su vida por Él, como la dio.
Como a “los dos de Emaús”, Jesús se nos hace el encontradizo y camina a nuestra
vera. Pero no lo reconocemos. Sabemos que ha resucitado y que sigue vivo. Y
hasta lo celebramos en grande cada año, comprometiéndonos a ser sus testigos.
Pero a la hora de la verdad todo sigue igual, como si Él no hubiera resucitado.
Quizás porque estamos más interesados por los hechos y los sucesos que le
pasaron a Jesús, que por el mismo Jesús . Sucede lo mismo cuando nos habla
de la Escritura, haciéndonos ver que más de 300 textos hablan de Él y de su
ingreso a la gloria a través de la cruz. Lamentablemente, también aquí, los textos
sobre Jesús nos interesan más que el mismo Jesús .
Es significativo que sólo en la fracción del pan se dieran cuenta de que su
compañero de viaje era Jesús. Ni cuando socializó con ellos ni cuando les explicó las
Escrituras. Sólo cuando partió el pan con ellos. Es el mensaje que “los dos de
Emaús” corrieron a transmitir a los Once: Jesús se nos ha aparecido y ha querido
manifestársenos en la fracción del pan (la eucaristía). Ciertamente, hay una
conexión directa entre eucaristía y resurrección. (Jn 6,51.54), que es por lo que
Jesús parte el pan (su vida) con nosotros. Y quiere que nosotros compartamos con
los hermanos nuestro pan de cada día (bienestar, tiempo, amistad, oracin…). Es el
camino que Jesús ha escogido para hacerse visible, creíble, amable y aceptable, por
los hombres.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)