Ciclo A. 3º domingo de Pascua
Pedro Guillén Goñi, C.M.
El evangelio de hoy nos presenta el conocido pasaje de dos discípulos del Señor que
se sienten desencantados por la muerte del Señor y, abandonando Jerusalén, lugar
de la tragedia y de la decepción primera, pretenden refugiarse en Emaús para
reemprender la vida. No recuerdan la promesa que el Señor les hace de resucitar al
tercer día y sienten la añoranza de las experiencias pasadas en la instauración del
Reino como un sueño roto, lejano y confuso. La esperanza puesta en el Señor
queda desvanecida con su muerte y lo más sensato les pareció “volverse a casa”;
retornar a la rutina de siempre; reconocer que la fe se había apagado; todo había
sido una ilusión.
Jesús se les aparece y, aunque no lo reconocen al principio, notan confusamente
una presencia especial, “les arde el corazón” al explicarles las Escrituras y en la
Fracción del Pan. Les sacude de su desencanto porque les demuestra que camina y
vive con ellos a partir de la resurrección. Los gestos tan sencillos de explicar la
Palabra de Dios y partir y compartir el pan son el signo del encuentro con Jesús.
Este encuentro con el Señor resucitado transforma el pesimismo en
esperanza, la incertidumbre en seguridad, la frustración primera en
testimonio de la presencia de Cristo resucitado en medio de ellos.
Aquellos decepcionados discípulos, a partir de aquel atardecer iluminado por la
presencia gratificante del Señor, pierden el miedo a la oscuridad, se animan
mutuamente, reafirman la fe en el Señor resucitado, crece su fidelidad en el
seguimiento y se comprometen a dar testimonio de la experiencia vivida.
También nosotros podemos sentirnos tristes y decepcionados por acontecimientos
imprevistos y negativos que surgen en nuestra vida pero el Señor camina a nuestro
lado y nos acompaña para revertir esas situaciones que nos atenazan. Hay que
tener apertura de espíritu, ojos limpios, claros, llenos de fe para reconocerle. Leer
la Escritura, abrirnos a sus luces, participar en la Eucaristía, reemprender el camino
desde el apoyo del diálogo con quienes nos sentimos cercanos, nos ayudará para
descubrir la presencia del resucitado que nos llena de paz.
Preciosa catequesis la del evangelio de hoy que contiene toda una pedagogía de la
fe. Intuir la presencia del Señor en los acontecimientos ordinarios de la vida,
dejarnos abrir a la oferta de su Espíritu que se manifiesta en la Escritura, en el
compartir con los hermanos, en la vida sacramental… medir el ritmo de los tiempos
sin prisas agobiantes y sin pausas que adormecen, testimoniar al Señor en un
mundo de cierta increencia, serán algunos de los rasgos que podemos deducir de
este pasaje tan atrayente y actual
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)