Ciclo A. 2º domingo de Pascua
Pedro Guillén Goñi, C.M..
El evangelio que leemos en el día de hoy nos describe las actitudes diferentes que
los discípulos del Señor adoptaron a partir de la experiencia de la resurrección.
Por un lado sentían el gozo y la esperanza de encontrarse nuevamente con el Señor
con quien habían compartido la novedad de la instauración del Reino de Dios en el
mundo, acompaándole en su predicacin para anunciar posteriormente “lo que
habían visto y oído”. Lo que habían vivido con el Señor no se quedó en una mera
aventura humana sino que trascendía los umbrales del presente para convertirse en
un ideal y en una promesa nueva de encuentro con Dios y de transformación del
mundo.
Por otra parte la posible reacción de los judíos, que les sucediera como a su
Maestro, paralizaba su fe, no les permitía manifestarse abiertamente y en una
actitud entre prudente y miedosa se recluían clandestinamente en casas
particulares.
Ante este estado anímico y espiritual, el Señor, cuando se les aparece, les desea la
paz. Era lo que verdaderamente necesitaban: serenidad de espíritu para afrontar
situaciones nuevas y difíciles; calma interior para fortalecer la unidad de grupo,
llenarse de valentía y seguir creyendo en el proyecto del Reino. El resucitado les
ofrece un nuevo modo de vivir y de ser.
En el evangelio cobra protagonismo también la reacción de Tomás, discípulo del
Señor. Para creer quiere ver con sus ojos y tocar con sus manos a Jesús. No se fía
del testimonio, desconcertante, que le dan el resto de los apóstoles. Quería sentir la
presencia del Señor de una manera experimental externa. Tomás no se da cuenta
que para confirmar la fe no es necesario tocar físicamente a Jesús. Para creer en
este triunfo de la vida sobre la muerte no necesitamos pruebas ni señales. La fe es
ponerse en las manos de Dios y asumir confiadamente que el amor es el único
camino para tener vida. Fe es adherirse a Jesús y encontrarlo en los demás.
A partir de la experiencia pascual, cuando Tomás reconoce con firmeza la presencia
del resucitado, indicará que Jesús es “el Seor” y llevará el mensaje de la “Buena
Noticia” a todos los hombres.
En este día celebra la Iglesia también la advocación al “Señor de la
Misericordia” . Buen momento para sentir el gozo del perdón, la bondad y la
acogida del Señor. Cristo, marcado por la compasión y la ternura, nos da ejemplo
de perdón que es el cimiento del amor cercano y universal.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)