DOMINGO 21 ord. (A)
Lecturas: Is 22,19-23; S.137; Ro 11,33-36; Mt 16,13-20
Homilía por el P. José R. Martínez Galdeano S.J.
Cristo y el Papa,
unidad inseparable
En el texto evangélico de hoy distinguen los
exegetas (los especialistas de la Biblia) el comienzo de
una parte dedicada a la Iglesia. Jesús ha sido mostrado
a los lectores judíos especialmente como el Mesías
prometido a lo largo del Antiguo Testamento. Ahora
dedica San Mateo unos capítulos a la Iglesia como
obra de Cristo y a las actitudes más importantes de la
conducta de sus discípulos en ella.
Jesús se ha retirado con sus discípulos a la zona
norte de Palestina, lejos de Jerusalén y de las grandes
ciudades. Va a dedicar el tiempo más a sus discípulos.
En esta conversación Jesús comienza indagando sobre
el conocimiento que han alcanzado sobre su persona.
Le han escuchado sus discursos y polémicas y han
sido testigos de sus milagros. ¿Qué conclusiones han
sacado?
Primero pregunta sobre lo que dice la gente y
luego sobre sus propias conclusiones. Pedro es el que
responde, acierta plenamente y recibe una bendición y
una promesa sobre la misión que le reserva en la
Iglesia, que tiene intención de fundar. Como saben,
son palabras fundamentales y otras veces las hemos
comentado.
Las palabras que Mateo cita como de Jesús son
todas ellas muy propias del modo de hablar judío: el
cambio de nombre a Simón por el de Pedro o piedra
(que no es nombre propio en hebreo ni en griego), el
apelativo de “hijo de Jonás” en lugar de Juan, Los
términos de “carne y sangre” (no huesos), de “mi
Padre que está en el cielo”, de “Iglesia”, que en el
Antiguo Testamento designa al pueblo elegido, “las
puertas” como símbolo del poder, las “llaves” como
signo de autoridad, el “atar y desatar” como mandar y
permitir. Vienen a ser una catarata de términos que
manifiestan claramente el cuidado que tiene el
evangelista por recordar y citar los mismos términos
empleados por Jesús; y esto mismo denota la especial
importancia que les da para quienes hemos sido
favorecidos con la gracia de la fe cristiana.
El texto muestra que Cristo fue el que fundó la
Iglesia: “sobre esta piedra edificaré MI IGLESIA” .
Esta Iglesia de Cristo tiene como cimiento necesario a
Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia”. Esta Iglesia es infalible en la proposición de
la verdad de fe, así como también es infalible la roca
en que se asienta: “sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia y el poder del infierno no la derrotará”. En esta
Iglesia el poder supremo, que le viene de Dios, lo
tiene el sucesor de Pedro. El tiene las llaves del Reino
y lo que ate y desate en el gobierno de la Iglesia, viene
a ser en esas condiciones lo que Dios quiere que se
haga. Además la expresión del atar y desatar exige e
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incluye también la infalibilidad en materias de fe y
costumbres, pues sería contradictorio que una
enseñanza falsa o inmoral haya que aceptarla para
salvarse.
Con razón, pues, los fieles católicos tienen por
el Papa una veneración especial. Esto no significa que
no se equivoque nunca en sus determinaciones
prácticas de gobierno, ni siquiera que no pueda pecar,
pero en su enseñanza tenemos seguridad normalmente
plena.
Esta adhesión al Papa nos distingue ciertamente,
pues Cristo no instituyó muchas iglesias diferentes,
con credos y morales diferentes. El habló de un solo
rebaño bajó un solo pastor. Este pastor en definitiva es
él; pero ya no está visible en este mundo; está
ciertamente mas no lo vemos. Pedro, el Papa, es el que
en la Iglesia hace visible a Jesús, nuestro supremo
pastor. Por eso estar con el Papa es estar con Cristo.
Cierto que no es la única representación visible
de Cristo. Los obispos, los padres, cualquier autoridad
legítima, los pobres, cualquier cristiano y aun persona
representan a Cristo, pero no es lo mismo. Lo
entienden ustedes bien.
Así agradecidos al don del Papa, como un
beneficio de Dios, pidamos por él y demos gracias al
Todopoderoso. No pensemos que le es fácil
desempeñar una misión que es más divina que
humana. Les recuerdo que en todas las misas después
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de la consagración la Iglesia pone en nuestros labios
una oración que incluye el nombre del Papa. Es muy
importante.
Además debemos esforzarnos en conocer sus
enseñanzas. A veces se ha contrapuesto la enseñanza
pastoral de los papas con la enseñanza de los llamados
profetas. Es un error contraponerlas, aceptando una y
rechazando otra. Cualquier expresión profética carece
de legitimidad si no está de acuerdo con el contenido
de la fe. Por otro lado quien lea los mensajes papales,
encuentra continuamente expresiones cargadas de
profetismo, originales, bellas, brillantes, estimulantes,
que no sólo explican, sino iluminan y encienden. La
profecía no está ausente de las palabras de los papas,
sino que aparece de continuo.
Por eso es normalmente cierto que quien no está
con el Papa no está con Cristo. Demos gracias a Dios
porque ha querido que en nuestros días podamos gozar
de su presencia, seguir sus pasos y escucharlo con
tanta cercanía y facilidad. Que ese amor nos siga
distinguiendo a los católicos. Porque donde está el
Papa, está la Iglesia y donde está la Iglesia está Cristo.
Nota.- Para más información:
http://formaciónpastoralparalaicos.blogspot.com
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