Ciclo C. III Domingo de Adviento
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Juan Bautista nos invita a la conversión en el texto del evangelio de San Lucas en el
día de hoy. No puede existir una preparación adecuada ante la venida del Señor si,
previamente, no hacemos una evaluación de nuestra vida y, con sinceridad y
transparencia de corazón, tratamos de analizar nuestro interior y ver cuáles son
nuestras actitudes que rompen la amistad con Dios y con los hermanos. Juan
Bautista, desde su autoridad de testigo y profeta, insiste en tres aspectos
esenciales para llegar a una conversión profunda y estructural: Caridad que implica
compartir lo que se tiene y espíritu de solidaridad, colaboración y servicio, sobre
todo, con los más necesitados; Justicia que exige esfuerzo por la igualdad, no
aprovecharse de los demás y aspirar a unas relaciones cada vez más fraternas; Paz
que en la mente del profeta nos lleva al respeto entre todos, a la superación de
todas violencia, odio, discriminación.
Juan Bautista también nos habla de la conversión a la santidad que, aunque
aparentemente no influye en el cambio estructural, sin embargo, en la medida en
que cada persona busca la perfección desde la óptica del evangelio, toda la
sociedad se beneficia de ese esfuerzo personal por lograr un mundo mejor e
identificarse más plenamente con la misión de Cristo.
San Pablo en su carta a los filipenses nos invita a la alegría como medio adecuado
también para prepararnos a la celebración del Nacimiento del Hijo del Dios. No es
una alegría cualquiera sino la que brota de la vida interior, la oración y la acción de
gracias, la sobriedad, la generosidad, la libertad y amplitud del corazón, la práctica
efectiva de la bondad y del amor. Algunos confunden la alegría con la diversión
ruidosa y la risa fácil y superflua. No falta quien cree que es la satisfacción de tener
todo lo que uno desea. Sin embargo, la alegría es, fundamentalmente, la irradiación
de un corazón abierto a la luz y a la gracia de Dios. Si entendemos así la vida
permaneceremos en un estado de conversión, en conformidad con nosotros
mismos, viviendo la alegría de nuestra fe con optimismo e ilusión. La conversión no
es, prioritariamente, un estado de superación de la culpabilidad y el pecado sino
una actitud de gracia que surge de la fuente del espíritu de Dios y de nuestra propia
voluntad de practicar el bien.
Que este domingo de adviento nos anime a intensificar actitudes de conversión y de
alegría interior para preparar con gozo y
compromiso la venida del Niño Dios que se acerca hecho hombre para redimirnos y
salvarnos.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)