Ciclo C. III Domingo de Adviento
Mario Yépez, C.M.
Alegría esperanzadora
El profeta Sofonías realizó su ministerio probablemente en tiempos de Josías, rey
de Judá, en los tiempos de la reforma religiosa, que destruyó todo signo de idolatría
que atentara contra la unidad de fe en el Dios Yahvé. Sofonías parece ser un gran
colaborador de esta obre reformista religiosa pero aún así insistió en el peligro de
volver a caer en la idolatría previendo la futura catástrofe de Jerusalén. Con todo
esto, Sofonías como muchos de los profetas no deja de presentar una profecía de
esperanza para Jerusalén y es lo que hemos proclamado en esta primera lectura.
En estos pocos versículos se reúnen casi todos los verbos posibles que expresan el
mismo sentido de “alegría” tanto en el pueblo (“grita de alegría”, “da vítores”,
“alégrate y exulta”: v.14) como en Dios (“exultará ante ti”, “se alegrará”: v.17).
Para llevar adelante este mensaje de alegría y esperanza es necesario que Dios
esté en medio del pueblo (v.15.17), y que éste le considere su “valiente salvador”.
No se puede mirar al futuro en la presencia de Dios sino se reconoce su acción en el
pasado y aunque hayamos sido conscientes de nuestro “escarnio” por haberlo
abandonado, él nos muestra el camino de su liberación, curando nuestras heridas,
secando nuestras lágrimas, consolando nuestras penas.
Continuamos leyendo la carta a los filipenses y nuevamente escuchamos el afecto
considerable de Pablo a esta comunidad caracterizada por su amor sincero para con
él mismo y para con los hermanos siendo un ejemplo para otras comunidades
(resalta de manera particular: la tolerancia). Aún a pesar de ello, Pablo insiste en
no decaer en la exigencia de vivir la alegría de ser cristianos (dos veces repetida en
el v.4). La constancia de la oración y la paz del corazón son para Pablo signos de
identificación de la vida del cristiano, pues ayuda a purificar siempre el
pensamiento superando así todo tipo de conocimiento. Pablo predica la venida del
Señor, pero sabe también que las comunidades deben sostenerse en el ejemplo fiel
de sus miembros para que tenga sentido la espera por el Salvador.
Es indudable que Juan el Bautista para Lucas es el primer discípulo de Jesús. Por
eso su predicación pasa a tener todas las connotaciones de una predicación
cristiana. Lucas se adelanta a la evangelización y lo pone en boca de Juan quien
prepara el camino del Mesías el Señor. El diálogo con estos diferentes
representantes (gentes, publicanos, soldados) revelan la apertura del anuncio del
Reino para todos los hombres no importando su condición. Para el evangelista, no
basta asumir desde la purificación del bautismo de conversión que ofrecía Juan, la
preparación de la venida de Cristo, sino hay una exigencia de moralidad necesaria a
practicar. La fuerza del relato se manifiesta en la posibilidad de que Juan sería el
Mesías. Lucas no deja esto sin aclaración y es el mismo Juan especifica que no es
él, sino “el que viene”, quien es “más fuerte que yo”. Juan es el amigo del “esposo”
y es quien no puede ocupar su lugar porque sólo él es el “quien puede rescatar”
(goel: imagen de las sandalias). La autoridad de Jesús es subrayada con el ejemplo
de la limpieza de la era. Así Juan anuncia las buenas nuevas, Juan es el primer
convertido y el que quiere que todos se conviertan al nuevo tiempo que se inaugura
con Cristo.
La esperanza del adviento una vez más se nos traduce en acción. Seguimos
meditando la alegría del adviento, una alegría que pueda ayudar a mirar con
optimismo el futuro, curando las heridas del pasado. Es verdad que estamos
imbuidos en este tiempo que muchas veces se puede convertir en cómplice de
nuestras tristezas amargas y deseos de venganza y retribución, pero es necesario
dar el salto en busca de salvación, perdón y paz. El Señor está cerca, ¿qué hemos
de hacer? Intentemos que el Señor esté en medio de nosotros, y elevemos
plegarias de acción de gracias que hagan posible esto no solo para nosotros sino
para todos los hombres. ¡Ánimo!, lleva tu cántaro, como el salmista y comparte la
alegría a tus hermanos de saber que:”sacareis aguas de las fuentes de la salvación,
porque quieres que Dios esté en medio de ti, el Santo de Israel”.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)