Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José
INOPORTUNO CONTENIDO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Os puede sorprender, mis queridos jóvenes amigos, que haya puesto este título al
comentario que hoy os dirijo. No se me ha ocurrido otro. Acababa yo de enviar mis
relatos de la infancia, cuando me encuentro con esta historia ocurrida doce años
después y que se refiere a un conflicto familiar entre adultos. El calendario litúrgico
nos depara sorpresas de estas.
Ahora bien, me he dado cuenta de que estos días y casi siempre, las ilustraciones
gráficas, las canciones y las convivencias familiares, exageran lo infantil y lo
anecdótico. Navidad es cosa seria. Y porque los cristianos nos hemos dejado
escapar esta valoración, se han colado los ridículos papás Noel y los adornos
callejeros, que estimulan el consumo innecesario, cuando tantos carecen de lo
indispensable. Si bien la historia, nacimiento en lugar no previsto, pastores de
parranda con admirable interés de aprender y aplaudir a un héroe que se les ha
anunciado, actuación malvada de un poder corrupto y absolutista, son hechos
frecuentes aun hoy en día. Emigración forzosa de los protagonistas por motivos
políticos y otros detalles, por suerte unos y desgracia de otros son de rigurosa
actualidad. Todo esto es fácil de contar y de admitir. Cosa que no ocurre con el
misterio fundamental de nuestra Fe: la Resurrección de Cristo. Vuelvo a repetir que
la Navidad es cosa seria. Lamentablemente, los peces que brincan en el río, los
demonios sin cola, sacar la bota para emborracharse y tantas otras sandeces de
muchas canciones populares, la han degradado.
Si vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no os sentís implicados en situaciones
semejantes a las que hemos celebrado estos días, con seguridad habréis pasado
por situaciones de alguna manera semejantes a las que nos cuenta el evangelio de
Lucas.
En primer lugar, quisiera que borrarais de vuestra memoria las imágenes que
podáis haber visto, ilustradoras de este episodio. El texto dice: cuando Jesús tenía
doce años, como cada Pascua, subían al Templo. Sin afirmarlo explícitamente, nos
está diciendo que María no había tenido ningún otro hijo, una mujer israelita no iba
a Jerusalén si debía cuidar de prole infantil.
Cuando un chico cumplía los doce años se convertía en lo que en la jerga de esta
cultura se llama un esclavo de la Ley, es decir un mayor de edad. Llamarle niño es
un error. Pintarle con aires infantiles y hasta afeminados, una equivocación. Como
en la antigüedad Abraham se había separado de su padre, ahora Jesús, un joven
inquieto e interesado por progresar en los conocimientos de la Biblia, se quedó
incorporándose a lo que hoy diríamos un cursillo o un master. Tales docencias las
practicaban los entendidos, escribas, sabios o rabinos, bajo los soportales que
circundaban la gran explanada del Templo de Jerusalén. A estos espacios se les
llama atrios. Allí, acomodado en una piedra el maestro, dialogaba con los que a sus
pies le rodeaban, ellos sentados en el suelo. Tal método era muy apropiado para los
entendidos que acudían a perfeccionar sus conocimientos. (San Pablo nos dice que
él lo hizo a los pies del gran Gamaliel).
Si a partir de este día se le consideraba un mayor, Jesús se comportó como tal.
María y José, como la mayoría de padres, ven siempre en sus hijos, por mucho que
crezcan unos niños, y hasta se atreven a llamarlos así. Costándoles mucho aceptar
que ya son libres. ¿NO os ha ocurrido algo de esto a vosotros, mis queridos jóvenes
lectores? Pues, si os irrita que no os entiendan, no os desesperéis. A Jesús tampoco
le entendieron.
Cuando os sintáis más molestos, establecer un “jumelage” personal con el Jesús
incomprendido y o sentiréis más tranquilos y os ayudará a tener paz interior.
Pero, y aquí esta lo más admirable, pese a esta mayoría de edad, el Joven baja a
Nazaret, vive con ellos, les está voluntariamente sometido, (lo dice textualmente)
crece en sabiduría y gracia y su Madre guarda en su corazón todas estas
experiencias que la santificarán. José, el Justo, morirá no mucho más tarde
acompañado con lo más selecto de la humanidad: Jesús y María.
CONFIDENCIAS.- Mateo no durmió aquella noche. Daba vueltas y más vueltas
sobre la estera, esperando que se hiciera de día para salir corriendo a casa de María
y José. Pero le daba miedo despertarlos. Salió y volvió a entrar. Volvió a salir, se
acercó con miedo e ilusión. Por una rendija se veía luz. Llamó con los nudillos
suavemente.
Abrió María y le abrazó. No lo esperaba. Tal vez ella tampoco lo tenía previsto.
Todos necesitamos tener algún confidente, por mucho que en nuestra familia haya
paz y cariño. Ella, hija de Joaquín y Ana, buenazos los dos, había viajado hasta Ain-
Karen para poder hablar confidencialmente con Isabel. Ahora, Mateo, este chiquillo
espontaneo y servicial, suplía a la tía, madre de Juan.
-¿llegaron vivas las tórtolas? ¿a quién se las entregaste?
-Cálmate, sí, muy vivas estaban los animalitos cuando se los entregué al levita de
turno. Cumplimos todo lo establecido y luego, inesperadamente, vino un viejecito,
se fijó detenidamente en mí, también en el Niño y en José y se puso a llorar.
Kadish, Kadish, repetía una y otra vez. Quería hablarme y no podía, balbuceaba.
Pensé que tal vez chocheaba. Le pedí a José que cogiera al Niño un rato y me
acerqué a consolarlo. Le pregunte qué le pasaba. Se postró emocionado. Decía y
repetía: ya me puedo morir tranquilo y feliz. Le he visto, le he visto, ¡valía la pena
esperar tantos años! Es el Mesías, es el Mesías. Soy más afortunado que el gran
Elías y los profetas. Bendito eres Señor, Baruch Atah Adonai.
-La gente nos miraba, y a mí me daba vergüenza, pero él seguía repitiendo Baruch.
Atah Adonai. Finalmente se ha calmado y me ha dicho que era muy viejo, ni
siquiera sabía los años que tenía. Que hace mucho, poco después de quedarse
viudo y sin hijos, quejándose de su mala suerte, el Señor le dijo: Simeón, no te
aflijas, vas a vivir muchos años y no te morirás sin ver al Esperado, aquel del que
tanto han hablado y prometido los profetas. Aquel que cambiará el mundo, aquel
que traerá la salvación. Serás de los primeros que se enteren.
-Comprendí entonces su emoción. José se abrazó al viejecito. Le dejé que
descansara el Niño en sus brazos. Lo tomó con cariño y se puso en cuclillas, decía
que tenía miedo de que se le cayese y se hiciera daño. Luego, en voz baja me ha
dicho: eres la mujer más afortunada, la escogida del Señor. Pero llegará un día que
este chiquillo, que ya será un hombrón, te hará sufrir. No él, no, será siempre un
buenazo. Los que te aflijan serán enemigos suyos. Sentirás una angustia como si se
te clavara un puñal en el corazón. Estate preparada, lo podrás superar, Dios nunca
te abandonará. Baruch Atah Adonai, volvió a repetir cien veces.
-No acababa de calmarme de todo lo que te he explicado, cuando se ha acercado
una abuelita, le ha dado un besucón al niño y ha empezado a gritar a la gente y
decirles que se fijaran bien, que un niño como este no había nacido, ni iba a volver
a nacer nunca. Nadie le hacía caso, pero ella eso no le importaba.
-Nadie, sólo nosotros dos, y ahora tú, lo sabes. Estoy casi tan emocionada como el
día aquel que me visito Gabriel. Ahora me doy cuenta de que de esto tú no sabes
nada de ello. Ya te lo explicaré otro día
-Por lo que me dices, no debes haber dormido mucho…
-Casi nada, como puedes suponer…
-Dame el borrico y os dejo solos, también a mí me habéis emocionado. Baruch Atah
Adonai, Baruch Atah Adonai…, iba repitiendo también él, mientras se alejaba
(COMENTARIO DEL ÁNGEL) La gente dice: los viejos son como criaturas y se ríen
de ellos, sintiendo cierta compasión. Yo os digo: tal vez muchos de ellos sean como
enamorados y de ellos podáis aprender a amar y a descubrir lo que el mundo no os
enseña, que con frecuencia son cosas efímeras.