I J UEVES DE A DVIENTO
T IEMPO DE CIMENTAR LA CASA
“Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto
para salvarla murallas y baluartes. El
Señor es la Roca perpetua” (Is 26, 1-6).
“El que escucha estas palabras mías y las
pone en práctica se parece a aquel
hombre prudente que edificó su casa
sobre roca” (Mt 7, 21ss).
“Mejor es refugiarse en el Señor que
fiarse de los hombres” (Sal 117).
M EDITACIÓN
La interpretación de las lecturas, desde el contexto, nos ayuda a comprender que
la solidez de una edificación está en sus cimientos, y la solidez de la existencia de cada
ser humano se cimienta en la Palabra, por la fidelidad de Dios, que cumple lo que dice.
La referencia a la fortaleza no es tanto una invitación a mantener una actitud
defensiva, atrincherada, cuanto a consolidar la propia historia desde la certeza de la
revelación divina.
La casa de la propia existencia se tambalea cuando está al socaire de
circunstancias imprevistas, mientras que si se vive apoyado en la fe, más allá de que los
tiempos sean favorables o adversos, no tiembla el sujeto como si corriera peligro de
hundimiento personal.
El Tiempo de Adviento es propicio para ahondar los cimientos de la fe, a la vez
que se ahonda en el conocimiento sapiencial, creyente y orante de la Palabra de Dios,
que nos asegura la firmeza del acontecimiento más transformador, por el misterio de la
Encarnación.
Si doy fe a que la Encarnación del Verbo significa que Dios mismo ha tomado
nuestra naturaleza para divinizarla, no podemos perecer en la duda, ni en posibles
ideologías, que relativizan el acontecimiento. El creyente, al acoger la verdad revelada,
se abre a una forma de vida confiada.
S ÚPLICA
“Señor, sé Tú la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve”.
L LAMADA
¿En quién pones tu confianza?
En los momentos más recios aparece, al menos mentalmente, la alternativa de la
huída, de la deserción. En esas encrucijadas, ¿sientes la fortaleza de la Palabra?