I S ÁBADO DE A DVIENTO , 8 DE DICIEMBRE , L A I NMACULADA C ONCEPCIÓN
T IEMPO SALUDABLE
Al inicio del Adviento, la fiesta de la Inmaculada
Concepción reaviva el sentido entrañable de este tiempo
litúrgico. Si consideramos por un lado la solemnidad en
honor a la mujer escogida para ser la Madre de Dios, y por
el otro, los textos del primer sábado de Adviento, nos
sorprendemos con la providencia de una Palabra llena de
ternura, que de alguna forma nos permite imaginar los
sentimientos de la mujer gestante hacia el Hijo que lleva en
su vientre, y la ternura de Dios para con todos.
“Cuando el Señor vende la herida de su pueblo y
cure la llaga de su golpe” (Is 30, 26). El Señor sana los
corazones destrozados, venda sus heridas (Sal). “Jesús
recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus
sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando
todas las enfermedades y todas las dolencias” (Mt 9, 35)
M EDITACIÓN
Quizá, sólo cuando uno está enfermo valora lo que
significa la mano bondadosa. Sólo cuando uno está herido,
percibe el consuelo del bálsamo en la llaga. Sólo cuando
sangra el corazón, se agradece la cercanía del amigo. En la extrema soledad alegra la
mirada amorosa, materna.
Quizá, en la providencia del Señor, nos acontecen hechos dolorosos para que nos
abramos a la necesidad de dejarnos curar, de dejarnos ayudar. Hay momentos en que
nos duele más tener necesidad de auxilio que la misma razón de pedirlo. Y es
justamente cuando actúa la pedagogía de Dios, llamándonos como Buen Pastor,
llevándonos sobre sus hombros a la posada “samaritana”, para ungirnos con el aceite de
la misericordia.
¡Cómo se agradece la palabra compasiva, aunque no pueda resolver del todo la
causa de la dolencia! El pueblo de la antigua alianza tuvo que sufrir exilio, destierro,
sed, mordeduras de serpientes, llanto y dolor. En esas circunstancias se elevó la voz de
los profetas: “Así dice el Señor, el Santo de Israel: «Pueblo de Sión, que habitas en
Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te
oiga, te responderá»” (Is 30, 19).
E XPERIENCIA
¿Puedes testificar la extraña paradoja de habar sentido el alivio de la bondad de
Dios en los momentos más recios de tu vida? ¿Tienes experiencia de la mirada maternal
de María?
¿Podrías describir, al menos para hacerte más consciente de ello, alguna situación
en la que te ha llegado la ayuda necesaria en el momento oportuno? ¿Has percibido el
auxilio del cielo? A María Dios la colmó de gracia. ¿Sientes tú la gracia?