II J UEVES DE A DVIENTO
T IEMPO DE CUMPLIMIENTO DE PROMESAS
“Yo, el Dios de Israel, no los abandonaré .
Alumbraré ríos en cumbres peladas; en
medio de las vaguadas, manantiales;
transformaré el desierto en estanque y el yermo
en fuentes de agua; pondré en el desierto ced ros,
y acacias, y mirtos, y olivos… ” (Is 41, 13-20)
M EDITACIÓN
“El que tenga oídos que escuche”. Para
acoger las promesas, hay que estar atentos a su
anuncio. De manera simbólica el profeta dibuja el
bosque repoblado con siete especies de árboles,
para decir la recreación nueva del jardín primero.
El lugar penoso del desierto, fruto de la
desobediencia, cuando el jardín se tornó estepa y los frutos se tornaron cardos, de nuevo
vuelve a tener la bendición de Dios y se repuebla de vegetación frondosa, gracias al
manantial que nace en medio del yermo.
Las imágenes de un lugar tan privilegiado van a tener cumplimiento con la venida
del Mesías, que anuncia Juan Bautista. El fruto bendito de la tierra lo va a dar el seno de
una virgen nazarena, el hombre perfecto, el Salvador.
El profeta ve superados la sequía, la aridez, la esterilidad, la soledad y el vacío,
gracias a la voluntad divina transformadora. Si aplicamos estas profecías a la
humanidad y a cada uno de nosotros, nos llenaremos de esperanza, porque también
nuestra tierra más íntima se beneficiará de esa voluntad divina.
Toda la perspectiva de futuro culmina en el acontecimiento de la venida del
Señor. Desde ahora no sólo tendremos la palabra de los profetas para animar nuestra
esperanza, sino la fe en el acontecimiento redentor que consuela nuestra espera.
S ÚPLICA
“Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al justo. Ábrase la tierra y brote la
salvación”.
O BSERVACIONES
¿Cómo percibes tu tierra, yerma o repoblada?
¿Sientes la cercanía del acontecimiento que transforma toda la historia?
Al leer las profecías, ¿las interpretas como realidades exteriores a ti, o puedes
personalizarlas?