IV DOMINGO DE ADVIENTO C
Mi 5, 1-5; Sal 79: Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-45
En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región
montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En
cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó
llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: "Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?
Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi
seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas por
parte del Señor!"
El presente domingo nos pone ya en la antesala del Misterio del nacimiento del
Salvador. Así las figuras de Jesús y de la Virgen María orientan toda nuestra liturgia
para celebrar el gran acontecimiento del nacimiento del Hijo de Dios,
acontecimiento que esperamos en vigilante expectativa. Al respecto el Papa
Benedicto XVI nos dice: ᆱ… En el camino del Adviento, la Virgen María tiene un
lugar especial, como aquella que de un modo único ha esperado el cumplimiento de
las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en
obediencia total a la voluntad divina (…) María es la criatura que de una manera
única ha abierto la puerta a su Creador, se ha puesto en sus manos, sin límites. Ella
vive totalmente de la y en la relación con el Señor; es una actitud de escucha,
atenta a reconocer los signos de Dios en el camino de su pueblo; se inserta en una
historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de
su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en
la obediencia de la fe.…ᄏ (Benedicto XVI, Catequesis Virgen María: Ícono de la fe
obediente, 19 de diciembre de 2012).
Jesucristo al tomar el seno virginal de María, al tomar morada en Ella, el día de la
noche de Navidad, nos está expresando el inicio del cumplimiento de las promesas
del Padre, porque toma un cuerpo como el nuestro, sólo para manifestar y dar
cumplimiento a la “promesa” del Padre. El lugar del nacimiento de Cristo va en
congruencia con el hecho de tomar un cuerpo como el nuestro, y esto incluso
quiere decir como dice san Pablo: "... Cristo en todo sentido ha querido expresar
que ha hecho todo un descendimiento sin reserva para bajarse y asemejarse a los
hombres en toda su condición, menos en el pecado...".
El encuentro de María con Isabel hace presente un momento muy importante, en la
expresión: "Bendita la que ha creído que se cumplirán todas las cosas que fueron
anunciadas de parte de Dios", se nos está queriendo manifestar que Isabel ve y
reconoce en María a aquella que es bendita porque sin ninguna reserva se ha
abierto a los designios de Dios y ha acogido con humilde obediencia a la voluntad
del Padre. Este aspecto lo resalta el Papa Benedicto XVI cuando nos dice: ᆱ… María
no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que sucede en su vida,
sino que sabe mirar en lo profundo, se deja interrogar por los acontecimientos, los
procesa, los discierne, y adquiere aquella comprensión que solo la fe puede
garantizarle. Y la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge dentro
de sí misma incluso aquello que no comprende de la acción de Dios, dejando que
sea Dios quien abra su mente y su corazón. “Feliz de ti por haber creído que se
cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1,45), exclama la
pariente Isabel. Es por su fe que todas las generaciones la llamarán
bienaventurada….ᄏ (Benedicto XVI, Catequesis Virgen María: Ícono de la fe
obediente, 19 de diciembre de 2012).
Este hecho extraordinario e irrepetible, de la Encarnación en María la Virgen, desde
la fe, se puede realizar en cada uno de nosotros. También nosotros estamos
llamados a ser bienaventurados como la Virgen María en la medida en que nos
abramos a los designios del Padre, y el único designio del Padre es que podamos
acoger a Cristo en nuestra vida. La vida cristiana es una bendición de Dios que
brota de la acogida de aquel que nace en nuestro corazón, que toma nuestras
entrañas y las transforme, para que realmente nuestro cuerpo sea una expresión
de la realización de la obra de Dios. Por eso cuando Isabel llama a María
bienaventurada, inspirada ella también por la gracia de Dios, proclama a María
como la bienaventurada, esto significa, a aquellos que han sido alcanzados por la
gracia de Dios, no existe la envidia, sino todo lo contrario, la unidad y la comunión
brotan de la participación del designio de Dios.
En palabras de nuestro Papa Benedicto XVI: ᆱ…No es diferente (al de María) el
camino de fe de cada uno de nosotros: encontramos momentos de luz, pero
también encontramos pasajes en los que Dios parece ausente, su silencio pesa
sobre nuestro corazón y su voluntad no se corresponde con la nuestra, con aquello
que nos gustaría. Pero cuanto más nos abrimos a Dios, recibimos el don de la fe,
ponemos nuestra confianza en Él por completo --como Abraham y como María--,
tanto más Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida
en paz y garantía de su lealtad y de su amor. Pero esto significa salir de sí mismos
y de los propios proyectos, porque la Palabra de Dios es lámpara que guía nuestros
pensamientos y nuestras acciones….ᄏ (Benedicto XVI, Catequesis Virgen María:
Ícono de la fe obediente, 19 de diciembre de 2012).
Que la proximidad del evento de la Navidad, anime nuestras vidas y que este
tiempo de Adviento haya sido un tiempo de conversión, esperanza y verdadera
preparación para acoger en nuestra vida al Salvador. Que nuestra libertad, que es
el signo evidente del Amor de Dios en nosotros, sea fortalecida y encaminada por la
Gracia para que nuestra vida dé fruto, y fruto de vida eterna.
Que el Señor nos conceda configurarnos con Cristo. Una Buena Noche Santa. Recen
por mí, P. Oscar.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar