IV Domingo de Adviento, Ciclo C
Miq 5,2-5ª; Sal 79,2ac y 3b. 15-16. 18-19; Hebr 10,5-10; Lc 1,39-45
“María se puso en camino…”
Ya estamos a las puertas de Navidad. Y la Navidad, que ha invadido la calle,
es el gran envoltorio, que esconde realidades muy distintas: el folklore, la mesa, los
regalos, el encuentro familiar, la lotería, la preocupación por los otros… Todo puede
ser bueno, si lo tomamos como expresión del acontecimiento que celebramos: que
Jesús nació en Belén. Que el cielo puso su casa en la tierra. Y si esa maravilla, que
cuenta el Evangelio, nos ayuda a restregarnos los ojos y nos hace descubrir a ese
Jesús a la vuelta de cualquier esquina. Jesús sigue vivo y es Navidad siempre que
nos lo encontramos.
El pasaje evangélico narra el episodio de la visita de Santa María a Isabel.
¿Qué motivó a María a realizar este viaje imprevisto? Gabriel, el arcángel, le había
manifestado que Isabel había concebido un hijo en su vejez, estando ya en el sexto
mes de su embarazo «aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es
imposible para Dios» (Lc 1,36-37).
San Ambrosio enseña que «Cuando María tiene noticia de la maternidad de
su prima Isabel, ya anciana y estéril, se pone en camino. No por falta de fe en la
profecía ni por dudar del anuncio, ni por dudar de los signos que le fueron dados,
sino llena de alegría para cumplir un servicio entrañable. En la prontitud de la
alegría, María se dirige hacia las montañas. Llena de Dios ¿podía no ir de prisa
hacia las alturas? Los cálculos lentos no corresponden a la gracia del Espíritu
Santo.»
En efecto, María se pone inmediatamente en camino y recorre «aprisa» los
más de cien kilómetros de distancia que separaban Nazaret de la ciudad de Ain
Carim. Hay diversos tipos de “prisa”. Por un lado está la prisa de María quien
apenas tiene conocimiento del embarazo de su pariente Isabel se pone en marcha
presurosa. La mueve el amor, el deseo de servir, y también el deseo de compartir
con alguien que sabrá comprender muy bien su inmensa y desbordante alegría, el
gozo exultante que experimenta por la Presencia encarnada del Verbo divino en su
seno virginal. La prisa de María está llena del Señor y tiene presente lo esencial.
María tiene un tesoro y llena de júbilo lo quiere compartir. Ha interiorizado
como nadie la Palabra Viva de Dios, la lleva palpitante en su seno. Y, portadora de
la Palabra, en íntima comunión con Ella, se ve impulsada a servir en el anuncio y en
la solidaridad. ¡Qué extraordinario resumen de la vida cristiana! ¡Qué ejemplo para
nuestra vida cristiana! Tras el encuentro de María con su parienta anciana, y tras
haber recibido Isabel la bendición de la que es portadora María, viene la alabanza
de Isabel: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre’”.
Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. «Llena del
Espíritu Santo» (Lc 1,41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones
que llaman bienaventurada a María: «Bienaventurada la que ha creído…ᄏ (Lc 1,45):
María es «bendita entre todas las mujeres» porque ha creído en el cumplimiento de
la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las
«naciones de la tierra» (Gn 12,3). Por su fe, María vino a ser la madre de los
creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquel que es la
bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.
San Ambrosio nos dice: «Pero también vosotros sois dichosos porque habéis
oído y creído, pues todo el que cree, como María, concibe y da a luz al Verbo de
Dios y proclama sus obras.» Que resida, pues, en todos el alma de María, y que
esta alma proclame la grandeza del Señor; que resida en todos el espíritu de María,
y que este espíritu se alegre en Dios; porque, si bien según la carne hay sólo una
madre de Cristo, según la fe Cristo es fruto de todos nosotros, pues todo aquel que
se conserva puro y vive alejado de los vicios, guardando íntegra la castidad, puede
concebir en sí la Palabra de Dios».
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)