EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo (misa de día)
Libro de Isaías 52,7-10.
¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del
que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación, y
dice a Sión: "¡Tu Dios reina!".
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque
ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión,
¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a
su Pueblo, él redime a Jerusalén!
El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, verán la salvación
de nuestro Dios.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.
Carta a los Hebreos 1,1-6.
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los
Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras,
ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó
heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.
El es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con
su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó
a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo.
Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el
de ellos es el Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy?
¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mi un hijo?
Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: Que todos los ángeles de
Dios lo adoren.
Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de
todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por
medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la
conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder
de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del
hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene
después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre
gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han
llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el
seno del Padre.
Comentario del Evangelio por:
Beato Guerrico de Igny (c 1080-1157), abad cisterciense
Sermón 3º para Navidad; SC 166
“Y el Verbo se hizo carne”
“Porque un niño nos ha nacido " (Is 9,5). Sí, verdaderamente por nosotros,
porque esto no es por él, ni por los ángeles. En absoluto por él: este nacimiento en
efecto no le daba la existencia ni se la mejoraba, ya que, antes de nacer en el
tiempo, él mismo existía desde toda eternidad y poseía la felicidad perfecta, Dios
nacido Dios (cf Credo)...
Siendo Dios nacido de Dios, se hizo niño por nosotros. En cierto modo, él mismo
se separaba y atravesaba de un salto a los ángeles para venir hasta nosotros y
hacerse uno de nosotros. "Anonadándose" y descendiendo por debajo de los
ángeles (He 2,7), se hizo igual a nosotros. Mientras que por su nacimiento eterno,
era su propia felicidad y la de los ángeles, por su nacimiento en este mundo por
nosotros, se hizo nuestra redención, porque nos veía penar solos bajo el pecado
original de nuestro propio nacimiento.
Jesús niño, tu nacimiento es nuestra felicidad: ¡digno de nuestro amor! Endereza
nuestro nacimiento, restaura nuestra condición, elimina nuestras heridas, cancela la
sentencia que condenaba nuestra naturaleza (Col. 2,14). En lo sucesivo los que se
afligían por un nacimiento que les presagiaba pena y dolor, ahora pueden renacer
colmados de felicidad. Porque "a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de
Dios" (Jn 1,12)...
¡Por tu natividad, eres a la vez Dios e hijo del hombre! Por ella "tenemos acceso
a esta gracia en la cual nos encontramos, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria” de hijos de Dios (Rm 5,2). ¡Qué admirable intercambio! Asumiendo nuestra
carne, nos regalas tu divinidad; vaciado de ti mismo, nos colmaste.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”