SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
Padre Félix Castro Morales
Al inicio del nuevo año me alegra dirigirme a todos ustedes, con mis más cordiales
deseos de paz y de bien. ¡Felicidades a todos! Les deseo paz y bien. Que la luz de
Cristo, Sol que surgió en el horizonte de la humanidad, ilumine su camino y los
acompañe durante todo el año 2013.
El nacimiento hace referencia siempre a un comienzo, al comienzo de lo que nace.
La Navidad del Señor hace referencia a un comienzo singular. En primer lugar habla
de ese comienzo que precede a todos los tiempos, del principio que es Dios mismo,
sin comienzo. Durante esta octava nos hemos nutrido diariamente del misterio de
la perenne generación en Dios, del misterio del Hijo engendrado eternamente por el
Padre: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado,
no creado” (Profesi￳n de Fe).
Pablo VI quiso que el año comenzara bajo la protección de María santísima,
venerada como Madre de Dios. La comunidad cristiana, que durante estos días ha
permanecido en oración y adoración ante el belén, mira hoy con particular amor a
la Virgen Madre; se identifica con ella mientras contempla al Niño recién nacido,
envuelto en pañales y recostado en el pesebre. También el Papa Pablo VI quiso que
el 1 de enero fuera la Jornada mundial de la paz: para que cada año comience con
la luz de Cristo, el gran pacificador de la humanidad.
En la liturgia de este primer día del a￱o resuena la triple bendici￳n bíblica: “El
Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El
Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Núm. 6, 24-26). Podemos
contemplar el rostro de Dios porque se ha hecho visible, se ha revelado en Jesús: él
es la imagen visible del Dios invisible. Y esto gracias también a la Virgen María,
cuyo título más grande celebramos hoy, aquel con el que participa de un modo
único en la historia de la salvación: ser Madre de Dios. En su seno el Hijo del
Altísimo asumió nuestra carne, y nosotros podemos contemplar su gloria (cf. Jn 1,
14), sentir la presencia del Dios-con-nosotros.
La vemos, pues, como en tantos cuadros y esculturas, con el Niño en brazos, con el
Niño en su seno. Madre. La que ha engendrado y alimentado al Hijo de Dios. Madre
de Cristo. No hay imagen más conocida y que hable de modo más sencillo sobre el
misterio del nacimiento del Señor, como la de la Madre con Jesús en brazos. ¿Acaso
no es esta imagen la fuente de nuestra confianza singular? ¿No es ésta la imagen
que nos permite vivir en el ámbito de todos los misterios de nuestra fe y, al
contemplarlos como ‘divinos’, considerarlos a un tiempo tan ‘humanos’?
La solemnidad de la maternidad divina de María nos recuerda que Cristo, al
encarnarse, se ha hecho luz de las mentes y de las conciencias de los hombres.
Gracias a Él, la persona puede mirar al futuro con esperanza; gracias a Él, llega a
ser capaz de perdón y de amor. En Cristo, y sólo en Él, el creyente encuentra el
camino que conduce a la reconciliación auténtica con el Padre y con los hermanos;
y aquí está la fuente de la paz.
Por consiguiente, El primer día del año está puesto bajo la especial protección de
María. Empezamos el año 2013 bajo la mirada amorosa de la Madre de Dios, que
da al mundo a Cristo, Príncipe de la paz. Ojalá que el manto de su maternidad se
extienda sobre todos y nos proteja del mal, nos libre del odio y de la violencia.
“Bendita tú entre las mujeres… María “Madre de Dios”, Madre siempre virgen del
Verbo encarnado, en este primer día del a￱o te suplicamos tus hijos: “Santa María,
Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores”, Madre de Dios y Madre de la
humanidad, Madre de la Iglesia y Madre de cada uno de nosotros: ¡nadie recurre a
ti en vano; a nadie dejas defraudado, olvidado o abandonado! Por eso, te
invocamos con transporte filial y confiado. ¡Permanece a nuestro lado! ¡Tú eres
nuestra Madre!