Comentario al evangelio del Viernes 04 de Enero del 2013
Queridos amigos y amigas:
El evangelio de hoy está cuajado de títulos aplicados a Jesús. Se le llama Cordero de Dios,
Rabí-Maestro y Mesías-Cristo. Cada uno de ellos encierra una pequeña cristología. Pero me vais a
permitir que hoy no me centre en los títulos sino en un hecho que puede parecer anecdótico, pero que
para mí tiene un profundo significado. La primera vez que Jesús "habla" en el evangelio de Juan es
para formular una pregunta. Se trata de una pregunta muy breve (sólo dos palabras), muy personal (la
dirige a dos discípulos de Juan) y muy profunda (se refiere al sentido de sus vidas). La pregunta es:
"¿Qué buscáis?". Tal vez hoy, en estos primeros compases del año 2002, podríamos dejarnos trabajar
por esta misma pregunta. En medio de nuestras preocupaciones ante el nuevo año, Jesús se dirige a
nosotros para preguntarnos: "¿Qué buscáis?". No es fácil responder. Y, sin saber lo que buscamos,
¿cómo podemos percibir la fuerza del "Venid y ved"?
San Agustín, que fue un discípulo y un maestro en el arte de la búsqueda, nos enseñó que sólo
buscamos aquello que previamente nos ha atraído. Toda búsqueda nace de una seducción inicial. Busca
quien se siente interiormente llamado. Si hoy nos cuesta buscar con ahínco, tal vez sea porque hemos
cerrado las fuentes de la seducción. ¿Dónde experimentamos la seducción de Jesús?
A menudo, en el seno de la iglesia, se oyen voces que hablan de la pérdida de atracción. Se dice que las
misas no son "atractivas" para los jóvenes. Muchos piensan que ser religioso o sacerdote ha dejado de
atraer. Y así otras muchas cosas. ¿Qué es lo que hace que una realidad sea atractiva o atrayente? ¡Su
magnetismo, su fuerza de gravedad! Una realidad es atractiva cuando nos arrastra hacia el fondo de
nosotros mismos, no cuando nos aleja de él. Jesús debió de resultar extraordinariamente atractivo
porque su sola mirada era una invitación a vivir en verdad. Y, claro, cuando uno se sitúa en ese nivel,
inmediatamente comienza a hacer preguntas y a buscar. Creo que sólo así podemos comprender bien
por qué las primeras palabras de Jesús son una pregunta.
Vuestro amigo:
Fernando González
Fernando Gonzalez