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SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA
Celebramos hoy la Solemnidad de la Epifanía de Nuestro Redentor. Epifanía se
traduce literalmente por manifestaci￳n o “aparici￳n de Dios y su presentaci￳n ante
el mundo como un rey-salvador. Esta manifestación se realizó mediante la
encarnación y nacimiento del Hijo de Dios. En Jesucristo Dios mismo se manifestó
al mundo entero, y su manifestación en el mundo trajo la reconciliación y salvación
a todos los seres humanos.
Las lecturas de este Domingo muestran c￳mo “desde el oriente hasta el
occidente” (Sal 49,1-2) resplandece una gran luz que anuncia el nacimiento de un
Rey: “de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel” (Núm. 24,17). Isaías
anuncia con júbilo que el brillo de esta estrella reunirá a los hijos de Israel, atraerá
a muchos, las naciones caminarán a su luz y los reyes al resplandor de su alborada.
Serán atraídos por esta luz a la presencia de aquel cuyo nacimiento anuncia. A Él le
traerán «las riquezas de los pueblos», vendrán de Saba “trayendo incienso y oro, y
proclamando las alabanzas del Se￱or”.
El antiguo y sugestivo oráculo de Isaías encuentra su realización en la luz de la
estrella que brilló sobre Belén, que anunciaba el nacimiento del Rey-Salvador, el
Reconciliador del mundo. Al ver aquel signo luminoso en el cielo unos “magos” de
Oriente se pusieron en marcha cargados de regalos para ofrecerlos a este Rey. Por
“magos” no hay que entender hombres que se dedicaban a la magia o a la
prestidigitaci￳n. “Mago” era el nombre dado por los orientales a los hombres sabios
de su tiempo, físicos, astrólogos, maestros, así como también sacerdotes o
videntes. Un pequeño grupo de estos sabios orientales reconoce en la aparición de
una gran estrella en el cielo el signo del nacimiento “del rey de los judíos”. Pero
entienden ellos que no se trata de un rey cualquiera, pues en el antiguo Oriente la
estrella era el signo que anunciaba el nacimiento de un rey divinizado. De allí se
entiende que decidan acudir de tan lejos “para adorarlo”. Obedece a la profecía de
Isaías el hecho de que la tradición considere que estos sabios venidos de Oriente
eran tres reyes.
Los personajes principales venidos de oriente aparecen en representación de
todos los pueblos de la tierra que, siguiendo la luz que indica el nacimiento del
Salvador, avanzan por el camino que conduce al encuentro pleno con el Señor
Jesús.
Al llegar a Belén aquellos sabios adoran al divino Niño y le ofrecen dones
simbólicos. De este modo se convierten en precursores de todos aquellos que,
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venidos de distintos pueblos y culturas del orbe, no cesan de buscar al Salvador a
lo largo de los siglos para tributarle un rendido homenaje, ofreciéndole una
alabanza ininterrumpida y el don de sus propias vidas.
Es por medio de los Apóstoles que la reconciliación y salvación anunciada por
el brillo de aquella singular estrella y traída por el Señor Jesús es llevada hasta los
confines de la tierra. San Pablo anuncia lo que en su tiempo fue una gran novedad:
que también los gentiles, es decir, todos aquellos que no participan de la Alianza
primera sellada por Dios con Abraham, “comparten la misma herencia, son
miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por medio del
Evangelio” (Ef 3,6).
Por María nos viene el Salvador, Ella es la Madre que lo da a luz, Ella es la
Madre que se lo presenta a los pastores de Israel y a los sabios de la gentilidad. Su
función maternal madura, se extiende. María de la Presentación sigue actuante,
activa, hoy como siempre, presentando al Señor Jesús a las personas y a los
pueblos. Ella es la Madre que porta al Reconciliador; Ella lo presenta a todos los
corazones que se abren en reverente acogida.
San Juan Crisóstomo: «Levantémonos, siguiendo el ejemplo de los magos.
Dejemos que el mundo se desconcierte; nosotros corramos hacia donde está el
Niño. Que los reyes y los pueblos, que los crueles tiranos se esfuercen en borrarnos
el camino, poco importa. No dejemos que se enfríe nuestro ardor. Venzamos todos
los males que nos acechan. Si los magos no hubiesen visto al Niño no habrían
podido escaparse de las amenazas del rey Herodes. Antes de poder contemplarlo,
llenos de gozo, tuvieron que vencer el miedo, los peligros, las turbaciones. Después
de adorar al Niño, la calma y la seguridad colmaron sus almas.»
Que el Señor, por intercesión de la Madre de Dios, en el nuevo Año, nos ayude
a todos a crecer en la santidad, para ser en la historia verdadera epifanía del rostro
misericordioso y glorioso de Cristo el Señor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)