Comentario al evangelio del Jueves 10 de Enero del 2013
Queridos amigos:
¿Nos acercamos hoy a la primera lectura? Quizá se pueda decir que la primera carta de Juan es un
tratado de discernimiento de espíritus. Probablemente os habréis preguntado más de una vez: "pero,
bueno, ¿se puede saber si amo a Dios?". Y no sería de extrañar que luego os plantearais la cuestión:
"¿se puede saber en qué consiste eso de amar a Dios?". Y seguidamente podríais formular más
preguntas, como el escriba del evangelio (Lc 10), que quería justificarse ante Jesús por haberle
preguntado cuál era el mandamiento primero de la ley.
¿Quieres saber si amas a Dios? ¿Quieres evitar alguna de las muchas trampas que pueden conducirte al
autoengaño? Aquí tienes un primer punto de referencia: examina tu grado de obediencia al querer de
Dios. Sopesa luego qué calidad tiene esa disciplina, no te vayas a parecer al hijo mayor de la parábola
de Lc 15,11-31. De seguro que descubrirás que ese amor-obediencia es perfectible en sus realizaciones
y en su inspiración. Si, no obstante, adviertes en ti un impulso a vivir "como hijo de su agrado", da
gracias a Dios con toda sencillez y sigue adelante.
Luego se te ofrece una nueva indicación en la Primera de Juan: ama a tu hermano. En el segundo tercio
del siglo XX, sobre todo, hubo una corriente filosófica que recibió el nombre de "empirismo lógico".
La gran debilidad, incurable, que creía advertir en los sonoros enunciados religiosos era que no había
manera de verificar el sentido de tales proposiciones. Si, por ejemplo, digo: "está lloviendo", tengo que
saber traducir esta frase a un enunciado de observación que permita verificarla: "me asomo a la
ventana y observo la caída de gotas de agua en esa forma de precipitación que llamamos 'lluvia'".
¿Cuáles serían los enunciados de observación que nos permitieran verificar proposiciones como "Dios
nos ama", "Dios es eterno"...? Vengamos a nuestro caso: ¿cuál sería el enunciado protocolar que me
permitiría decir: "pues, sí, con toda la cautela con que hay que afirmar estas cosas, creo que el don del
amor a Dios, derramado en mí por su Espíritu (Rom 5,5), no lo tengo muerto"? Nos lo dice la misma
carta: puedes decir que amas al Dios invisible si amas a tu hermano al que ves, si al que llama a tu
puerta para que le atiendas en una necesidad, no lo despides vacío con un "Dios te ampare, hermano".
Son cosas requetesabidas, pero en ocasiones puedes percibirlas con una lucidez especial. Si te pasa eso,
ya lo sabes: a mayor conciencia, mayor responsabilidad.
Vuestro amigo:
Pablo
Pablo Largo, cmf