Solemnidad. La Epifanía del Señor
Mario Yépez, C.M.
Luz para todos
Este fragmento de la profecía de Isaías está dentro de los capítulos que muchos
consideran el Tercer Isaías, que reflejarían el tiempo post-exílico, en donde se va
tejiendo la esperanza de la reconstrucción de Israel en medio de la desesperanza y
el temor a no poder recuperar el esplendor del pasado. Se percibe en este oráculo
la visión escatológica de un tiempo de gloria que no acabará, un momento de
esplendor de la presencia de Dios que volverá a asentarse en la ciudad de Jerusalén
y hacia donde todas las naciones volverán la mirada para peregrinar hacia ella. La
imagen utilizada es el paso de la noche a la luz, es el ciclo del triunfo del amanecer
sobre la oscuridad de la larga noche, pero que avizora un día largo que no acabará.
Naciones y reyes nos hablan de una apertura salvífica y dan un mensaje
esperanzador de la verdad de la fe en el Dios único, que irradia su gloria a quienes
le adoran. Todos pueden acceder a este Dios, todos serán recibidos, porque el brillo
de su gloria se introduce en todo rincón de la tierra y puede guiarlos hacia él. La
respuesta de esta acción maravillosa es la gratitud y la alabanza manifestada en las
ofrendas de oro e incienso (a quien tiene poder, a quien es Dios).
El testimonio de la carta a los Efesios, que traduce una experiencia de prisión y
persecución como lo vivió Pablo por causa del anuncio del evangelio a los gentiles,
revela el maravilloso misterio que se abre para todos los hombres: la gracia de
Dios. La misión de la Iglesia fue tomando forma cuando se empezó a comprender
que la salvación no podía ser restringida a un grupo pequeño o a un pueblo. De
esta forma, el horizonte de la salvación se abría a todo corazón generoso, capaz de
aceptar la gracia de Dios en su vida, siendo así partícipes de las promesas de
Cristo. Un Misterio de amor que necesita seguir siendo proclamado al mundo
entero.
Mateo nos presenta en esta sección de los relatos de la infancia de Jesús, este
significativo relato que nos habla, ante todo, del cumplimiento de las promesas de
Dios para todos los hombres que las buscan con sincero corazón. Nuestra mirada
tiene que recaer en lo significativo del relato más que en los detalles. Aquellos
magos representan a los buscadores de Dios, que no tienen más que el deseo de
comprender a través de la experiencia de la vida, de la ciencia o de cualquier medio
a su alcance, la manifestación de Dios. No se quedan jamás en el signo, sino que
van siempre más allá. Son capaces de sucumbir ante el Misterio que le lleva a
contemplar la gloria de Dios en el rostro de un niño que ha nacido y está al lado de
su madre. No tienen reparos ni siquiera de ofrecer lo mejor que tienen para adorar
a quien se les ha manifestado de un modo tan sencillo. Por otra parte, está quien
no comprende la Escritura y maneja otro tipo de criterio en la búsqueda de Dios.
Herodes ve que su poder y gloria pueden verse ensombrecido por el nacimiento de
aquel posible belemnita que se puede convertir en jefe del reino que posee.
Herodes cree, más bien, que Dios puede quitarle su lugar y piensa que es su
enemigo. Dios para él se revela como su antagonista. Dos maneras de concebir la
manifestación de Dios al mundo, dos enfoques de una epifanía que muchas veces
se presenta tan clara como la luz del día revelando maravillosamente su plenitud en
hombres y mujeres de buena voluntad, pero que también puede producir una
fuerte ceguera cuando pasa por el prisma de la vanidad y el orgullo de quien cree
puede vivir de espaldas a Dios. Aún así, Dios vuelve a manifestar su gloria a los
hombres que
lo buscan sinceramente, vuelve a revelar su salvación para ayudar a quienes viven
en la oscuridad y la obstinación de un corazón endurecido y piensan que Dios es su
rival.
Dios vuelve a sorprendernos dándose a conocer desde el rostro de un niño, de uno
como tú y como yo. ¿Por qué no somos capaces de atrevernos a buscar a Dios en el
hermano? ﾿Es tan difícil encontrarlo allí? Hoy se manifiesta Dios al mundo: “que se
postren todos los reyes de la tierra y todos los pueblos te sirvan”. ᄀDejémonos
alumbrar por su luz! Dios sorprende, de verdad que sí.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)