DOMINGO DE EPIFANÍA
Lecturas: Is 60,1-6; S 71; Ef 3,2-6; Mt 2,1-12
Homilía por el P. José Ramón Martínez Galdeano
S.J.
“Levántate, ha llegado tu luz”
Los Magos eran los sabios de su tiempo. En
todas las antiguas culturas conocidas el curso de los
astros y los sueños eran modos normales de intentar
conocer el futuro para tomar decisiones. En Roma
basta consultar una historia para conocer, por
ejemplo, cómo ningún general afrontaba una batalla
sin consultar a los astros y de forma parecida se
actuaba en decisiones políticas. Además la esperanza
mesiánica de los judíos del nacimiento de un niño
maravilloso que establecería una gran paz en el mundo
estaba muy difundida. El mismo poeta latino Virgilio,
expresando su esperanza en su Égloga 4ª, es Testigo.
En la región de los magos los judíos llevaban tiempo y
habían logrado gran influjo. No es extraño que unos
sabios, interesados por todos los saberes, supieran de
las promesas mesiánicas judías. Es, pues, probable
que en un fenómeno estelar no común y ayudados de
la divina gracia dedujeran que había nacido el Mesías
del que los judíos y sus escrituras hablaban. Nosotros
lo que sabemos del hecho es lo que San Mateo nos
cuenta en la perícopa de hoy.
Es un hecho y también un misterio. Por él nos
revela Dios que Jesús no viene para salvar sólo a los
judíos, sino a todos los hombres, también a los
pueblos paganos. Esta verdad ya se profetizó antes de
Jesús, como se nos dice en la primera lectura, y se
abre paso definitivo con Jesús. Pertenece a las
verdades esenciales cristianas desde el principio:
Cristo ha venido a salvar a los hombres todos de sus
pecados. Todo el que crea en Jesús se salvará, el que
no crea será condenado (Mc 16,16).
Es verdad muy viva en la conciencia de la
Iglesia. La Iglesia es la Jerusalén a la que ha llegado la
luz que es Cristo; vienen a ella sus hijos desde lejos;
vienen a ella en camellos y dromedarios, trayendo
incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
El título de la fiesta de hoy viene de una palabra griega
que significa “manifestación”, La salvación, el
Salvador, Jesús se manifestó como tal. Nada más
nacer, el Salvador se manifestó a los pastores, se
manifestó al anciano Simeón, a la anciana Ana, y
también a los magos de una región remotísima. Los
pastores representan a los pobres y sin cultura,
Simeón y Ana a los ancianos y desvalidos, en los
magos podemos ver a los paganos. El misterio de los
magos que llegan a Jerusalén del otro lado del
desierto, que no son judíos ni descienden del patriarca
Abrahán, pero a los que llega la noticia de modo
maravilloso y se ponen en marcha hasta encontrar al
“Rey de los judíos” que acaba de nacer, nos dice que
Cristo ha venido a salvar a todos los hombres y que
Dios llama a todos al conocimiento de la Verdad para
que, creyendo, sean salvos.
Para esto ha fundado Cristo a la Iglesia. Y esta
es la misión de la Iglesia. Dios quiere de veras que
todos los hombres se salven y, por tanto, de una
manera, maravillosa muchas veces pero siempre
eficaz, llegará su acción salvadora a cada hombre. Por
eso la oración y los sacrificios por la salvación de todos
los hombres y de los pecadores nunca dejan de ser
escuchados por Dios.
Háganlo así todos los días y eduquen a sus hijos
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a hacerlo desde que den sus primeros pasos en la fe.
Que no falte en ninguna familia cristiana la oración por
la conversión de los no católicos y de los pecadores.
Recuerdo el caso de una santa mujer anciana,
muy consciente de vivir ya los últimos años de su vida,
inútil para todo lo que los hombres consideramos como
útil, me manifestaba que ofrecía todo y oraba de
continuo por el Papa y la Iglesia y pensaba que para
eso le mantenía Dios en vida, porque “es muy
necesario orar por el Papa y por la Iglesia”. Esto,
desde la fe, sí que es calidad de vida. Esto es lo que la
Iglesia –decía el Papa Pablo VI– no puede dejar nunca
de hacer: llevar la noticia de Jesús y de su perdón. Es
una cualidad, una dimensión, una forma de vida que
todo cristiano tiene que incluir.
No se conformen Ustedes con creer y hacer unas
cuantas obras buenas. Hay muchos a su alrededor que
necesitan que se les diga que Jesús ha nacido para su
salvación. San Pablo, cuando se despide de la vida y
de su discípulo querido Timoteo, le pide que lo diga
con oportunidad y sin ella. Este mes, hacia la mitad,
del 18 al 25, seremos convocados a orar y ofrecer
sacrificios por la unión de los protestantes que creen
en Cristo pero están separados de la Iglesia. De alguna
manera todos somos responsables de que todos los
hombres vean la estrella de Jesús.
De alguna manera todos podemos ver la estrella
de Jesús. Dando con frecuencia gracias a Dios porque
nos ha ayudado en un problema grande o pequeño,
hemos tenido una buena inspiración, algo ha sucedido
que nos recuerda la bondad del Señor, o la conciencia
nos hace caer en la cuenta de que en algo o con
alguno no hemos procedido bien y pedimos
perdón…son muchas las luces que nos dirigen en el
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camino hacia Jesús. Como ven, no es tan difícil, con la
gracia de Dios, llevar una vida de alta calidad cristiana.
Porque además nosotros contamos con la
estrella de la fe y del Magisterio de la Iglesia. La
memoria no sólo recuerda sino que también olvida.
Aunque el fiel normal debe tener cuidado y consultar
oportunamente, para mantener fresca y operativa la
fe, es importante leer buenos libros. Ayudan a hacer lo
de María: meditaba en su corazón lo que veía y oía a
Jesús.
Nota.- Otros temas:
http://formaciónpastoralparalaicos.blogsp
ot.com
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