Ferias de Navidad
DIA 8 DE ENERO
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas:
a.-1Jn. 4,7-10: Dios es amor.
El apóstol Juan, nos enseña que Dios es amor, por lo tanto, quien permanece en el
amor, permanece en Dios, es el único camino para la unión con Dios (cfr. 1 Jn. 3,
10). Dios nos ha amado primero, por lo mismo, debemos amarnos, los unos a los
otros. La insistencia del apóstol, acerca del amor al prójimo, es porque lo ha
presentado en forma negativa, es decir, quien no ama está en pecado, no conoce a
Dios (cfr. 1Jn. 3,11.15.22); ahora tiene la oportunidad de presentarlo desde el
punto de vista positivo: Dios es amor, el amor viene de Dios, es más, el amor es lo
central del mensaje del evangelio de la gracia que nos predica Jesucristo, el único
Señor. Si Dios es amor, la vía para llegar a ÉL, es la del amor. Esta enseñanza se
puede mal entender, como en el caso de los gnósticos, los cuales entendían por
amar a Dios conocerlo y sentirlo próximo, aseguraban que el hombre amaba a Dios,
pero era sólo, conocimiento intelectual. El apóstol, quiere manifestar la naturaleza
del amor que el hombre tiene a Dios, es siempre una respuesta a su amor fontal.
Dios ha manifestado históricamente su amor al hombre, en la persona de
Jesucristo, en su hecho salvífico. Un amor creativo y unitivo, manifestado en el AT,
en cada una de sus intervenciones concretas a favor del hombre, ahora en el NT, su
amor se manifestado en la persona y en el hecho salvífico de Jesucristo. El amor
que el hombre puede sentir por Dios, es siempre una consecuencia de un amor
eterno, redentor, santificador y de unión. La acción amorosa de Dios por el hombre,
encuentra en Jesucristo, el significado pleno del verdadero amor. Amor hecha
entrega de la propia vida; amor desinteresado, purísimo, sin sombra de egoísmo
alguno. Este es el único amor que redime al hombre de su pecado, remedio que
expía una humanidad decadente. Este amor fontal de Dios por el hombre, se
convierte en argumento esencial, para el amor al prójimo. Si amamos a nuestros
hermanos en la comunidad eclesial, es porque, cada uno ha experimentado el amor
de Dios en su vida, con las categorías que lo definen, creador de una nueva vida,
redimidos por la resurrección de Cristo y santificados por la acción amorosa de su
Espíritu.
b.- Mc. 6, 34-44: Primera multiplicación de los panes.
El evangelista nos presenta esta primera multiplicación de los panes y los peces en
ambiente judío. Encontramos a Jesús, como buen pastor que lleva a su rebaño,
representado por los apóstoles, a un lugar apartado para que descansen y puedan
comer. Pero lo primero que hace el pastor con la muchedumbre, según la imagen
bíblica, es dar a conocer la palabra de Dios, “enseñarle muchas cosas” señala el
evangelista (v. 34). Este milagro, tiene como trasfondo, uno de los milagros del
profeta Eliseo, también multiplicó los panes (cfr. 2Re. 4, 42-44). El milagro que
realiza Jesús, no consiste en deslumbrar a las gentes, sino satisfacer su hambre
material, darles de comer en forma tan real, esa es la causa de tanta maravilla de
parte de los hombres. Dar a los hombres el pan de cada día, viene a decir que el
evangelio de Jesús, no son sólo hermosas palabras, sino fuerza creativa, vital, que
libera a los hombres del hambre material y espiritual, con lo cual revoluciona la
historia. Reflexionando podemos señalar ciertos hitos que nos ayuden a
comprender este milagro. Primero, la compasión que Jesús siente al contemplar al
pueblo, como un rebaño sin pastor. Los adoctrina sobre el evangelio, los alimenta
con la palabra de Dios, para luego alimentarlos con este otro pan. En un segundo
momento, son los apóstoles los preocupados por despedir a la gente, para que
tomen alimento por el camino. Jesús les manda: “Dadles vosotros de comer.” (v.
37). Con este mandato, se quiere significar, que si se está en una comunidad
eclesial, ella se hace responsable del hermano hambriento. Con cinco panes y dos
peces, lo que tenían los apóstoles, Jesús prepara el banquete para su pueblo.
Banquete para la comunidad judía, por ahora, al modo y estilo judío: que se sienten
como familia, aunque lo hagan como cuadros de cien y de cincuenta, sentados, no
ya en el desierto, como había dicho antes (v. 35), sino sobre la hierba (v. 39),
Jesús, buen pastor los lleva a verdes pastizales (cfr. Sal.23). El gesto de elevar los
ojos al cielo, mientras pronuncia la bendición, gesto propio de los judíos que luego
repetirá en la institución de la Eucaristía. Finalmente, son los discípulos, los que
distribuyen el pan y los peces multiplicados, y luego recogen lo que sobró. El
evangelista, remarca que todos comieron y se saciaron, es decir, que el banquete
que prepara Jesús, nadie es excluido, nadie queda con hambre. Recogieron doce
canastos de sobras, número que evoca las doce tribus de Israel, y el cumplimiento
del festín anunciado por los profetas. Espléndido banquete de fraternidad, belleza y
saciedad de una muchedumbre que sigue a Jesús, aunque no comprenda todavía su
palabra en su plenitud. Este milagro es anuncio de la Eucaristía, pero ahí, si bien
saciaron su hambre, no comprendieron el sentido fraterno que Jesús les quiso
imprimir en todo su significado. Nosotros tenemos la oportunidad de hacer este
milagro, cada vez que participamos en la Eucaristía, multiplicar el pan para el
hermano que lo necesita. El amor de Jesús por nosotros se hace Pan de vida,
nuestro trabajo entregárselo a ellos.
Teresa de Jesús nos invita a que alimentados por la Eucaristía sirvamos al prójimo:
“No está el amor de Dios…sino en servir con justicia y fortaleza de ánimo y
humildad” (V 11,13).