Ferias de Navidad
DIA 10 DE ENERO
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- 1 Jn. 4, 19-21; 5,1-4:Quien ama a Dios, ame a su hermano.
El apóstol, nos presenta el amor al prójimo, como expresión de fe, de cumplimiento
del mandamiento y de amor a Dios. Juan nos exige vivir el amor fraterno, como
realidad esencial de la fe cristiana. La primera razón, para amar al hermano es que
Dios nos amó primero (v.19). El hecho que el cristiano ame, es siempre una
respuesta al amor que experimenta en su vida de parte de Dios Padre, manifestado
en su Hijo. La iniciativa es siempre de Dios, no es que el hombre, en este caso el
discípulo, halla alcanzado a Dios por la vía del amor; al contrario, es Dios quien
conquista amorosamente al hombre, por el hecho salvífico e histórico manifestado
en Cristo Jesús. Un segundo argumento, es que si la persona no ama a quien ve, a
su prójimo, es difícil que ame a Dios a quien no ve (v.20). Muchos se refugian en el
amor de Dios, para desligarse del compromiso que implica el amor al prójimo, vivir
abstraídos y centrados en Dios, pero lejos de la realidad que los circunda. Ese Dios
a quien adoran, no llega a su vida, no toca tierra, olvidan que Dios se encarnó, se
hizo hombre y asumió nuestra naturaleza. Es en los gnósticos, en quien está
pensando Juan, cuando escribe, porque se centraron en lo divino, olvidando lo
humano de Jesucristo, por ello también olvidaban los principios morales. En su
doctrina, Jesús unió admirablemente, con el mismo rango y valor, el amor a Dios y
al prójimo. No se puede pensar la perfección cristiana, sin el cumplimiento de
ambos mandamientos, así lo estableció Jesús: quien ama a Dios ame también a su
hermano. Si nos consideramos hijos de Dios Padre, todos somos hermanos, por lo
tanto, quien ama al Padre, ame también a sus hijos. Finalmente, el último
argumento, es de fe y amor: quien confiesa su fe en Jesucristo, quien creen en ÉL,
como Hijo de Dios, debe amar a todos los que como él creen en Cristo Jesús, son
hermanos de fe unidos por el amor. Se forma la gran familia de los hijos de Dios,
por las venas de sus almas, circula la misma fe en Cristo, el mismo amor de Dios,
por lo tanto, ese amor se refleja en el amor al prójimo, nacidos todos y
engendrados en ÉL en la fuente bautismal y en la palabra por la acción del Espíritu
Santo en su Iglesia. Hilando fino, debemos tener en cuanta, que si no amamos al
prójimo, a quien vemos, tampoco amamos a Dios, porque el autor había afirmado
que el amor a Dios se demuestra por el amor al prójimo. El amor al prójimo nace
del mandato de Cristo, no es un amor nacido de un humanitarismo, o sólo por el
hombre, filantropía, este mandamiento se debe cumplir desde un amor real y
sólido a Dios. No hay que olvidar, la estrecha relación que Juan establece, entre
amor a Dios y cumplimiento de los mandamientos: amar a Dios es cumplir sus
mandamientos. Como partícipe de la victoria de Cristo en su Resurrección, el
discípulo asume su mandamiento del amor, no lo considera una carga; su yugo es
suave y llevadero (cfr. Mt.11, 30), porque es el Espíritu Santo, quien lo graba a
fuego en su espíritu, como cristiano comprometido con su fe.
b.- Lc. 4,14-22: Hoy se cumple esta Escritura.
El evangelio nos da cita en la sinagoga de Nazaret. Lucas, comienza la predicación
de Jesús, con el cumplimiento de la profecía de Isaías y la fuerza renovadora del
Espíritu: “Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga
todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura, que
acabáis de oír, se ha cumplido hoy.” (vv. 20-21). El Espíritu ha descendido sobre
Jesús, y su vida pública, es una manifestación de la fuerza y el Reino de Dios, está
presente en la persona y palabra de Cristo, en medio de los hombres. El Reino ya
no es futuro, sino presente en la palabra y hechos que redimen, rescatan al
enfermo y a los oprimidos por el mal y la muerte, el Reino está actuando, y
transformando la vida de los que creen en Jesús. Hoy como ayer, existe esclavitud,
encubierta con muchas máscaras, pecado, desengaño, pero hay un Mesías con
poder, con la fuerza del Espíritu de Dios, que conduce a los que creen, a la libertad
y a la justicia verdadera (cfr. Is.11,1-2). Posee el Espíritu, precisamente para
desatar y romper las cadenas de todos los que se sienten oprimidos por toda clase
de esclavitudes, ofrece un camino de sanación interior, para quien está dispuesto a
recorrerlo, no sólo, sino con ÉL, es la acción de su Espíritu. Actualización de la
profecía de Isaías. La especificación que hace el evangelista, acerca de los
beneficiados por la acción del Mesías, tiene su sentido ya que los ciegos
representan a quienes sufren en su cuerpo alguna enfermedad; los oprimidos,
sufren la maldad de los perversos y poderosos de este mundo, que corrompidos por
el dinero, someten voluntades; los cautivos de mil cosas, que soportan los males de
nuestra sociedad consumista, y que impide a los hombres ser libres, ya que se
encuentran atrapados en redes de muerte (drogas, dinero mal avenido, redes de
corrupción, etc.), y finalmente los pobres, carentes de medios económicos, sociales,
culturales, etc. Todos ellos esperan el año de gracia que Jesús promete, abiertos a
la acción del Espíritu, y que ya está actuando. “Esta Escritura que acabáis de oír se
ha cumplido hoy” (v. 21). Toda la vida pública de Jesús palabras y milagros, son
una liberación, de toda clase de opresión para los necesitados, pasó haciendo el
bien (cfr. Hch.10, 38), una buena nueva de vida que alcanza su plenitud en su
Resurrección. El Espíritu Santo sigue animando a la Iglesia, a cada cristiano, a
llevar el evangelio de la gracia y la verdad, a la propia existencia, la libertad a los
cautivos de todo tipo, ayuda a los más pobres, sólo entonces habremos
comprendido que Jesucristo, continúa presente haciendo el bien a todos.
Teresa de Jesús, enseña como el camino de la vida cristiana es de amor, pero un
amor bautismal crucificado: “Conozco personas que van por el camino del
amor…por sólo servir a su Cristo Crucificado” (4 M 2,9).