EL BAUTISMO DEL SEÑOR
(Isaías 40:1-5.9-11; Tito 2:11-14.3:4-7; Lucas 3:15-16.21-22)
El muchacho estuvo a una coyuntura de su vida. Le gustaba jugar béisbol - mucho.
Y era cumplido como jugador. De hecho le nombraron como uno de los más
prometedores en el sistema de un equipo de las ligas mayores. Pero también
sentía la inquietud de la vocación religiosa. Tuvo que decidir: ¿seguirá el amor del
deporte o seguirá el amor de Dios? Es semejante a la situación de Jesús en el
evangelio hoy.
A lo mejor Jesús ha hecho su aprendizaje como carpintero. Su padrastro tiene este
oficio y es la costumbre de seguir en la empresa familiar. Pero desde muy joven
Jesús ha hablado del otro "padre". Ya ha estado en el desierto aprendiendo del
santo Juan. Se somete al bautismo de Juan para consolidar su decisión. Sí, va a
dejar la carpintería para ser profeta de Dios. Es semejante al compromiso que se
espera de los padres trayendo a sus niños al templo para el bautismo. La
comunidad de fe les ve como prometiendo a criarlos como fieles a la ley de Dios.
Sin embargo, algunos padres vienen para el bautismo más por costumbre que por
compromiso. Sólo quieren complacer a los abuelos sin ninguna intención a volver al
templo hasta que sea el tiempo que los niños reciban la santa Comunión.
Desafortunadamente, estos padres no se dan cuenta de todo lo que está en juego
en el mundo actual.
Nuestra sociedad se hace cada vez más seglar, cada vez menos creyente. No es
fuera de la posibilidad que dentro de poco la visión de la novela Un mundo feliz sea
realizada, al menos en parte. En esta historia, situada en el futuro, todo el mundo
vive contento por drogas y sexo. El sexo no tiene que ver con la procreación de
niños. Para eso, los bebés están producidos en los laboratorios donde son divididos
en clases según sus posibilidades genéticas. Se permite a los fetos más
prometedores a desarrollarse hasta el término. Pero el desarrollo de los fetos con
supuestamente menos capacidades está interrumpido para que sólo podrán actuar
varios trabajos manuales. Para evitar problemas sociales todos toman drogas. En
sumo, la gente paga para los placeres con la entrega de sus pensamientos y
emociones o, en otras palabras, justamente con su humanidad. Nuestra sociedad
está moviendo en este rumbo con la permisividad creciente del sexo fuera del
matrimonio, la disponibilidad de la concepción “in vitro”, y la opinión de muchos
en favor de la legalización de drogas.
La condición es grave pero la solución está al alcance. El Espíritu Santo desciende
sobre Jesús para prepararlo para su misión. Con sus dones él conducirá a la gente
de las tinieblas del pecado a la luz de la virtud. Para nosotros hoy en día la entrega
ejecutada por Jesús lleva dimensiones espectaculares. Siguiendo sus enseñanzas
sobre la auto-abnegación para amar al otro en verdad, nos salva de la devolución
de nuestra humanidad. Más que esto -- y esto es lo que los padres de niños deben
hacerse cuenta – su cruz y resurrección nos ofrecen puestos en la familia de Dios.
Esto no es poca cosa porque los hijos e hijas de Dios son herederos de la vida
eterna. Si queremos hacer lo mejor para nuestras familias y para nosotros
mismos, lo seguiremos tan cerca como posible.
El hombre estuvo como una sombra de quien una vez era. Enfermo con Alzheimer,
él vivía en un asilo de segunda clase. Pero no era la falta de cuadros en las
paredes que dio pena al visitante sino la manera en que todos los internados
parecieron drogados. Para evitar problemas sociales, se les daba a los residentes
tranquilizadores. Después de tratar en vano a comunicarse con el hombre, el
visitante cambió su modo. Le pidió al hombre que rezara con él el Padre Nuestro.
De repente la cara del hombre se iluminó. Fue como si le devolviera su humanidad
por recordarle que era hijo de Dios. Aunque tuvo Alzheimer, se recordó que era
hijo de Dios.
Padre Carmelo Mele, O.P.