Comentario al evangelio del Jueves 17 de Enero del 2013
La escena del evangelio de hoy podría llevar como título esta consigna: «Haz el bien… sin prejuzgar las
consecuencias». Destacan su dos cuadros. Observemos con detenimiento cada detalle que esconde
detrás una sugerencia y un mensaje.
Primer cuadro: El encuentro con Jesús es sanador. Parece como si en la escena no hubiese
nadie más que Jesús y el leproso. Este se le acerca, se arrodilla ante él y le pide la curación con
humildad: Que haga Jesús con él lo que quiera. Sus expresiones verbales y no verbales hacen
ostensibles tres actitudes que alcanzan el corazón del Maestro: Acercarse, adorarle y suplicar con
humildad .
La reacción de Jesús se produce en una sucesión de movimientos a cuál más sugestivo: Primero, siente
lástima –su compasión es su debilidad-; luego, extiende la mano –él también se aproxima
intencionalmente al leproso-; después, le toca -¡qué tendrá el contacto físico!-; a continuación, asiente
voluntariamente –parecería innecesario mencionarlo por lo que ocurre a continuación-; y, finalmente,
le cura –sus palabras vencen otra vez una enfermedad terrible-.
Con poquísimos adornos y explicaciones, en su simplicísima esencia, queda esbozado el ideal de lo
que debiera ser todo encuentro entre Jesús y un ser humano necesitado. Nos parecería lógico que
hubiera terminado el episodio en este punto. Pero no es así.
Segundo cuadro: Hacer el bien, a veces, juega malas pasadas. Frente a toda previsión, la
continuación del relato se torna áspera. El severo encargo que Jesús hace al leproso recién curado
de no divulgar el milagro y de presentarse cuanto antes a la autoridad competente, no es acatado.
A este ingrato ex-leproso le pudo más su emoción incontenible que el ruego pedido por su
Sanador… Lo peor fueron las consecuencias. A partir de sus manifestaciones comienzan a surgir
innecesarias dificultades para Jesús en su misión. Y con ellas, la sombra de la cruz… A Jesús le
costó un molesto peaje realizar esa acción terapéutica.
Es el sino de la torpeza humana. Lo hicieron también los antiguos padres de Israel como indica hoy la
carta a los Hebreos: “Pusieron a prueba a Dios, a pesar de haber visto sus obras…”. Tomemos en serio
la grave recomendación de la misma carta: “¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un
corazón malo e incrédulo que lo lleve a desertar del Dios vivo”.
Juan Carlos cmf
Juan Carlos Martos