II Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C (Año Impar)
Martes
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Hb.6,10-20: La esperanza es ancla segura y firme.
b.- Mc. 2, 23-28: El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el
sábado.
El evangelio nos habla del hambre de los discípulos. Jesús así como defendió su
venida, como motivo de alegría, y relativizó el ayuno, ahora defiende a los suyos
por haber calmado el hambre, quebrantando el sábado arrancando espigas de los
campos. El verdadero centro de la discusión está en esto: ¿es el Hijo del hombre,
Señor del sábado? La cita de David, es para recalcar el hambre y la costumbre de
frotar las espigas y comerse los granos, pero el texto, no dice que fuera en sábado,
lo que escandaliza a los fariseos, por estar prohibido hacerlo por considerar la
recolección como trabajo. En todo caso, la falta de David, fue comer los panes de la
proposición reservado a los sacerdotes; rompió una ley del culto, pero no faltó al
sábado (cfr. Mc. 2, 26; 1 Sam. 21,1-7). Como conclusión de esta discusión, se
puede decir que conservar la vida, es más importante, que las prescripciones
mosaicas (v.27) y si esto se lo permitió David, rey tan venerado, el Mesías, su
descendiente, actúa con la misma libertad. Por eso, para la Iglesia primitiva, Jesús
era Señor del sábado. Era el conocimiento de la voluntad de Dios la que hacía libre
a Jesús, y poseer esa autoridad, respecto a los preceptos de los hombres. Ahí está
la fuente de su dignidad y señorío que había manifestado en sus obras:
resurrección de muertos, vencer a Satanás con la expulsión de demonios, la
curación de los enfermos y perdón de los pecados. Ataca las fuentes de lo que
oprime al hombre, y le abre nuevos horizontes con el Reino de Dios, que trae su
palabra creadora. Esto fue determinante para la Iglesia primitiva, comprender la
dignidad y sublimidad del Hijo del Hombre. Perdonar pecados y liberar la conciencia
de una mirada estrecha, expresan el mismo poder salvador de Jesucristo: su
conocimiento y unión con la voluntad del Padre. Finalmente, los mandamientos han
sido confiados por Dios a favor del hombre, pero su interpretación, y exposición
corresponden al Hijo del Hombre, porque conoce el querer del Padre, fruto de su
unión con Él. Solo la responsabilidad personal y confianza en este único Señor, lleva
al creyente a dar cuenta de cada una de sus acciones y palabras (cfr.2 Cor. 5, 10),
lo que genera libertad que Jesús ejerció y que confió a sus seguidores a lo largo de
la historia. Como enseña Juan, la gracia y la verdad nos vienen por Cristo, por lo
mismo el cristiano sabe que su única ley s y su único Mediador es Cristo (Jn.1,17).
La salvación depende de aceptar a Cristo Jesús y de la respuesta personal al amor
del Padre, que siempre nos precede ante cualquiera iniciativa nuestra. Jesús es el
Sí de Dios, el discípulo, más allá de mediaciones externas, lo tiene a ÉL, como
modelo de obediencia al querer del Padre.
Santa Teresa de Jesús, comprende que la obediencia a la fe recibida es un camino
que tenemos que hacer todos los cristianos, aprendió a amar la voluntad de Dios
en su vida en la medida que la observó y comprendió. “La seguridad que podemos
tener es la obediencia y no torcer la Ley de Dios; digo a quien hiciere semejantes
mercedes (ser llamados por Dios a su servicio) y aun a todos” (5M 3,2).