DOMINGO DE PASCUA – MISA DEL DÍA
Homilía del P. Abad Josep M. Soler
8 de abril de 2012
1Cor 5, 6-8
Sois panes ázimos , decía san Pablo en la segunda lectura. Panes ázimos . ¿Qué
quiere decir? ¿Por qué lo tenemos que ser?
Hermanos y hermanas queridos: para responder a la primera pregunta, conviene decir
brevemente que la víspera de Pascua, los judíos recogían y hacían desaparecer de
casa todo el pan fermentado. Y, en la cena pascual y todos los ocho días que duraba
la fiesta, no comían más que pan sin fermentar . La levadura era considerada como
una masa poco pura, que contenía gérmenes de corrupción, si bien era necesaria para
hacer subir la masa antes de cocerla y hacer el pan.
La respuesta a la segunda pregunta, la de por qué tenemos que ser como panes
ázimos , la podemos encontrar en el texto de san Pablo que hemos leído. El Apóstol, a
partir de la tradición judía que acabo de explicar, ve la levadura que hace fermentar
como un elemento que corrompe la pureza inicial de la masa. Y, dando un sentido
simbólico, dice que los bautizados deben estar libres de toda partícula de corrupción y
deben ser puros e íntegros como lo es el pan no fermentado de Pascua. Los
bautizados son una masa nueva , sin el fermento del pecado y del egoísmo, y con una
relación filial y confiada con el Padre del cielo y con un amor fraterno auténtico. Así se
parecen a Jesucristo resucitado al que se han unido e identificado por el bautismo. En
la Vigilia pascual de esta noche gozosa, hemos renovado nuestra voluntad de
permanecer unidos a Cristo renovando nuestras promesas bautismales. Y, por tanto,
hemos renovado nuestro compromiso de ser masa nueva , sin fermento de corrupción,
como el pan de Pascua, como Jesús; porque todo cristiano, toda cristiana, es otro
Cristo por la gracia bautismal que ha recibido y por el Espíritu Santo que actúa en él.
A lo largo del Tríduum pascual que estamos celebrando, nos hemos preparado para
celebrar esta Pascua no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino
procurando vivir con sinceridad y verdad . También vosotros os habéis preparado, los
cinco escolanes que recibiréis la comunión por primera vez esta mañana de Pascua:
Roger, Joan, Jordi, Biel y Bernat.
Tal como he explicado antes, y espero que los escolanes lo hayáis podido seguir, en la
cena pascual judía se come pan ázimo . Pan puro, según la Ley de Moisés. Este pan
es símbolo de Jesucristo, porque en él no hay ninguna mancha de corrupción ni de
mal. Él, además, al instituir la Eucaristía, lo hizo con el pan sin levadura de la comida
pascual. Será el pan que recibiréis al comulgar. Pero, la pureza de este pan, la
santidad de este pan, no le vienen de las prescripciones de la antigua alianza, sino de
la acción del Espíritu Santo. En la celebración de la Eucaristía, presentamos pan y
vino, pero sobre ellos repetimos las palabras de Jesús en la última cena e invocamos
al Espíritu para que los convierta en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo. Gracias a la
fuerza creadora de la palabra del Señor y a la acción del Espíritu, el Pan y el Vino
consagrados son presencia de Cristo Resucitado y de la ofrenda de su vida a favor de
toda la humanidad. Son, por tanto, unos Dones Santos, por eso los tenemos que tratar
y recibir con respeto y con agradecimiento.
Vosotros sabéis -porque lo habéis estudiado- que el alimento que tomamos cada día
nos nutre y nos hace fuertes porque se transforma en parte de nuestro cuerpo. Esto
mismo hace el sacramento de la Eucaristía en sentido espiritual. En el Pan y en el
Vino consagrados recibiréis a Jesús, y él se transformará en vosotros porque vosotros
os transformáis en él. Esto es algo muy grande. Es muy importante lo que Jesús hace
hoy por vosotros y en vosotros. Le debéis estar agradecidos y debéis tratar de
corresponderle, teniendo una relación confiada con Dios Padre, ayudando y siendo
leales con los demás, haciendo bien vuestras tareas, siendo solidarios de los que
pasan necesidad, procurando amar y perdonar, sin engañar, buscando y diciendo
siempre la verdad... En una palabra, debéis procurar ser como Jesús.
Explicad a vuestros amigos que no son de la Escolanía esto que vivís hoy, para que
ellos también puedan descubrir a este amigo tan íntimo, que nos conoce y nos
comprende tan bien, que es Jesús. Hoy vendrá a vuestro interior para que le podáis
hablar y explicar vuestras cosas y para daros ánimos y fuerza para la vida de cada día,
que siempre está hecha de alegrías y dificultades, pequeñas o grandes. Hoy empezáis
una historia de relación con Jesús que ha de durar siempre. No os arrepentiréis nunca;
encontraréis siempre la alegría y la paz, la capacidad para vivir amando y sirviendo a
los demás, para volver a empezar cada día cuando os deis cuenta de que habéis
actuado mal.
Queridos escolanes, queridos todos los que formáis esta gran familia que es la
Escolanía de Montserrat: Esta Pascua ha estado rebosante de gracia para nuestra
Escolanía debido a los sacramentos de la iniciación cristiana que muchos recibís; en la
vigilia de esta noche, ahora en esta eucaristía y, todavía, el próximo domingo para
algunos que dejaron la Escolanía hace poco. Esta gracia sacramental tan abundante,
es una prueba del amor de Jesucristo para vosotros. Debéis procurar corresponder
cada día. Es una satisfacción que la Escolanía sea fecunda haciendo nacer y crecer
hijos de Dios, chicos plenamente de hoy pero que han encontrado a Jesús y saben
que les podrá ayudar toda la vida.
Hermanos y hermanas que participáis en esta celebración pascual: Cristo, nuestro
Cordero pascual ha sido inmolado y, resucitado, nos invita a renovar nuestras
vidas. Tomemos, pues, el pan nuevo de la Pascua, para poder vivir como Jesucristo
con sinceridad y verdad.