II D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO , “C”
(Is 62, 1-5; Sal 95; 1Cor 12, 4-11); Jn 2, 1-11)
L ECTURA
Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra
«Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu
tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a
ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa
con su novia, así te desposa el que te construyó; la
alegría que encuentra el marido con su esposa, la
encontrará tu Dios contigo. (Is 62, 3-5)
En aquel tiempo, había una boda en Caná de
Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus
discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: -«No les queda vino.»
Jesús le contestó: -«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su madre dijo a los sirvientes: -«Haced lo que él diga.»
C OMENTARIO
Hay textos que, por ser muy conocidos, los interpretamos de manera
acostumbrada, y así no nos suponen un impacto nuevo al corazón, por más que
encierren significados fascinantes y estremecedores. Quizá uno de ellos sea el que
describe el primer signo de Jesús, según el evangelio de San Juan, la boda en Caná de
Galilea.
Al inicio del Tiempo Ordinario, la Liturgia nos sorprende con la confesión del
amor que Dios tiene a su pueblo y con el relato de una boda. En estos pasajes, podemos
interpretar la declaración de amor entre Dios y su pueblo, de la profecía como imagen
de la unión de Jesucristo con la humanidad. En la descripción de la boda de Caná, se
descubren resonancias tanto de la Antigua Alianza, como de la intimidad amorosa a la
que hemos sido llamados en el Misterio de la Encarnación, Nueva Alianza, que se
sellará en el momento de la entrega total de Jesús en la Cruz, cuando de su costado brote
sangre y agua, prefiguradas en el agua y el vino del banquete de bodas.
La desposada del profeta Isaías es el pueblo, que en el Evangelio representa de
manera emblemática María, la “Mujer” esposa, madre, nueva Eva, redimida, fiel, madre
de todos los vivientes, la amada de Dios. Ella va a estar en el momento preciso, cuando
llegue la “Hora”, al pie de la Cruz, para recibir el legado del Redentor: “Mujer, ahí
tienes a tu hijo”, y en esa entrega, María se convertirá en Madre de todos los hombres.
Los planos de las promesas se yuxtaponen con los de la boda, y éstos con los de la
entrega total y por amor de Jesús. Pocos textos encierran un contenido más rico y
esperanzador que el capítulo segundo del Evangelio de San Juan, pues en él se nos
ofrece todo el proyecto que trae el Hijo de María, el enviado por Dios, para consolidar
definitivamente la Alianza de amor.
I NDICACIÓN
Guarda un instante de silencio y escucha las palabras del profeta como si te las
dijeran a ti en el recinto de la mayor intimidad. Tú eres el destinatario del amor divino.