DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía del P. Joan M. Mayol, monje de Montserrat
22 de julio de 2012
Jer 23, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34
La misión que convirtió a los discípulos de Jesús en apóstoles del Reino de Dios es
creadora de unidad y de totalidad -le contaron todo lo que habían hecho y enseñado-
Esta totalidad: hacer y enseñar, contiene los dos aspectos fundamentales que
configuran la unidad y la madurez de la misma existencia humana: el gesto y la
palabra en armonía; ¡así es el hombre nuevo surgido del evangelio! El gesto
manifiesta la bondad y liga sin violencia la humanidad de las personas al bien
verdadero, la palabra despierta su espíritu a la belleza de Dios que es su sentido
último.
Los discípulos estaban contentos de todo, habían hecho la experiencia de ser
portadores y donadores de la gracia de Dios y lo comentaban entre ellos y con Jesús.
San Marcos sin embargo, con la respuesta del Maestro, nos advierte del peligro de la
palabra cansada y del gesto repetitivo que se agota en su propio discurso cuando se
aleja o pierde el contacto directo con el Señor. Sólo él, que tiene su intimidad siempre
en el Padre, es capaz de instruir largamente de manera nueva a pesar del cansancio.
Instruir largamente. Es casi una mini parábola de la vida de Jesús. Su palabra -que es
consuelo y vida para todos los hombres- se extiende largamente, a través de los
siglos, para mantener esta vida de Dios en nuestros corazones. Su gesto, como nos
ha glosado la carta a los efesios, ha roto el estereotipo de buenos y malos entre los
hombres, ha puesto paz entre los pueblos y ha creado una nueva humanidad centrada
en él, es decir, una humanidad nueva fundada en esta manera de vivir según la
compasión y la benignidad que vienen de Dios. El evangelista cuando dice compasión
no utiliza un sinónimo de lástima o de pena; compasión según el rico contenido de la
palabra original griega no es simplemente una palabra, es toda una experiencia, un
estado global de la persona que toma cuerpo y espíritu en un trastorno punzante ante
la necesidad de quien es contemplado como amado de Dios. La compasión de Cristo
descubre la necesidad más profunda del hombre que es Dios mismo; por eso se
trastorna y experimenta, como una punzada en el vientre, el dolor de este
distanciamiento que los espíritus distraídos no sienten. Por eso no es limosna de
calderilla lo que Jesús dio a aquellos hombres que lo buscaban con impaciencia; el
Señor se dio a sí mismo, desde su intimidad en el Padre atrayendo los corazones de
los oyentes a la amistad con Dios.
El matiz que San Marcos nos hace notar -como si nada- es que Jesús al ver la gran
multitud la contempló como ovejas sin pastor; esto recuerda al oyente que está
acostumbrado a leer las Escrituras la imagen del buen pastor. Hoy, en la primera
lectura, Jeremías nos anunciaba aquel día en que aparecería el vástago legítimo del
linaje de David que haría reinar en el país la justicia y el bien. Pues bien, ese día es
este de hoy. Jesús, el Hijo de Dios, fue para ellos y lo es también para nosotros buen
pastor, rey excelente que lleva a cumplimiento el sentido profundo de las profecías de
Israel. Cumple las profecías pero no se queda prisionero de la historicidad de las
imágenes con que son descritas.
Su manera de ser pastor se diferencia cualitativamente del rey David, al que alude el
profeta, porque Jesús no señorea sobre los suyos como lo hace aquel, su gesto es el
de servidor. También Moisés fue considerado el gran caudillo y pastor del Isarel del
Éxodo y del Sinaí, y Jesús también puede ser comparado a él pero a mucha distancia
de Moisés porque él no sólo realiza en plenitud los signos del éxodo que Dios hizo por
manos de aquel sino que Cristo, con su misterio pascual, alcanza el término prometido
al que Moisés sólo saludó de lejos. Moisés era el hombre más humilde de la tierra,
pero el respeto que infundía el poder de la Ley que transmitió le mantenía a distancia
de los suyos; en cambio la humildad de Jesús refleja en su rostro la gracia y la gloria
de Dios desde la sencillez absoluta de la verdad y por medio de la misericordia, y eso
lo hace más próximo a los pequeños y a los pobres. El Cristo no predica desde la
seguridad de una cátedra sino a piso llano, mezclado con todos los que no le rechazan
o al raso si conviene, sentado en la hierba como los demás bajo el mismo cielo, pero
siempre desde la proximidad, compartiendo con todos el oficio de sobrevivir en un país
empobrecido por la dictadura imperante. Aunque, como David, también es poeta que
sabe elegir los colores y los tonos que expresan mejor la verdad profunda del hombre
y hacer resonar los armónicos de la gracia de Dios que la configuran. Jesús es el
hombre enamorado de Dios, su mirada es limpia; por eso cuando habla puede mirar a
los ojos y penetrar en los corazones, y penetra con absoluto respeto y a la vez con
aquella viveza de espíritu que convierte el tiempo en eternidad. No es extraño que se
les hiciera tarde a todos escuchando las muchas cosas que les contaba. Jesús no
comunicaba palabras de Dios, compartía su misma intimidad en él.
En este sentido es ilustrativa la experiencia de un joven sacerdote obrero flamenco, el
P. Egied van Broeckhoven, que vivió intensamente su ministerio en el mundo del
trabajo hasta las últimas consecuencias, entre los inmigrantes en un barrio popular de
la Bélgica trabajadora de los años 60, hasta transformar toda su vida espiritual y
laboral en mística práctica y efectiva. De su diario son estas palabras que, definiendo
lo que es apostolado, parecen dibujar la fisonomía del gran apóstol de la fe que es
Jesucristo.
El apostolado , dice este jesuita obrero del muelle de Amberes, no es enseñar a la
gente determinado número de verdades, que hay que creer, o unas buenas
costumbres que se deben respetar, sino enseñar a buscar a Dios. Buscar a Dios y
hacer de los otros buscadores de Dios. Dicho de otro modo: las virtudes
sobrenaturales de fe, esperanza y caridad. Por eso no buscar otra cosa que Dios
quiere decir buscar la más profunda intimidad de los demás . Y eso a mí entender, él lo
realizó como Jesús desde la proximidad, desde la amistad, tal como se desprende de
estas palabras recogidas con admiración de otra página de su diario: la amistad busca
al otro en tanto que el otro es de Dios, en tanto que su intimidad tiene su fundamento
en la Intimidad. De esta manera, la amistad, se mantiene enterrada en el misterio de
Dios que es amor. La amistad cristiana encuentra una profundización nueva dentro de
una Intimidad del todo nueva, la de Cristo, Verbo divino, revelación de la Intimidad
trinitaria.
La Eucaristía nos reúne en la amistad del misterio de Dios que es amor, nos conduce
al corazón mismo de esta Intimidad última capaz de llenar y de saciar nuestra
intimidad redimida. Nos une a la oblación de Cristo, esta donación que va uniendo a
los hombres en el amor tal como nos ha descrito el pequeño fragmento de la carta a
los efesios, y lo hace desde los pequeños gestos concretos de la historia personal de
cada uno, que adentrados en la intimidad de Cristo, uniéndonos en la perfecta armonía
entre el decir y el hacer según el evangelio, son los que a lo largo de los siglos van
haciendo salvífica la historia humana, son los que descubren y manifiestan el
verdadero rostro de Dios en el corazón mismo del mundo.
Esta sigue siendo nuestra misión dentro de la Iglesia, hermanos. Si trabajamos así en
Él, Él en nosotros hará su trabajo.