III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C
EN NAZARET
Padre Pedrojosé Ynaraja
La asistencia a la sinagoga aquel sábado era prueba de fuego para el Señor y para
su Madre. Jesús era lo que hoy llamaríamos un autónomo de la construcción, lo
había aprendido de José, el esposo de María. La arqueología calcula que el Nazaret
de entonces tendría algo menos de 500 habitantes. No eran, pues, suficientes para
ocuparle siempre. No había crisis laboral entonces, como la sufrimos actualmente.
La dominación romana quería dejar su huella y por consiguiente, por aquellos
tiempos levantaron como un hongo, la población de Tiberias. Algo parecido a como
le pasa a un país designado para celebrar juegos olímpicos: todo son obras.
Suponen los autores que allí se desplazaría, pese a estar lejos, aunque no dejaría
ningún buen recuerdo para el Señor, ya que en ningún lugar del evangelio refiere
que la visitara durante su vida apostólica. Seguramente la consideraría una villa
totalmente pagana y extranjera. Lo que sí es casi seguro es que trabajaría en la
vecina Sephoris, a escasos 6 km de Nazaret. Situada junto a un núcleo judío, donde
la tradición dice nació Ana, la madre de Santa María. (Tanto es así, que
posteriormente, se edificó una basílica hoy en ruinas, pero actualmente con
testimonio ejemplar de vida cristiana; activa y contemplativa, en una construcción
pegada a los antiguos muros). Los representantes de la autoridad imperial,
decidieron levantar una bella ciudad. El correspondiente Cardo, lo que ahora
llamaríamos Calle Mayor, la atravesaba de norte a sur. Los numerosos mosaicos
adornaban domicilios y basílicas (aun ahora asombra la belleza de los que se
conservan). Al afán de edificación, acompañarían los intereses culturales, tanto
clásicos, como judíos. Allí el Señor aprendería la lengua hebrea y algo de la griega.
En fin, allí, seguramente, se hizo y fue reconocido rabí.
El día del encuentro para la oración y el aprendizaje de la Escritura era el sábado.
(En las sinagogas no se realizaban sacrificios, que estaban reservados
exclusivamente al Templo de Jerusalén). El responsable sacó el rollo de la Ley. Hay
que imaginarlo semejante a los que todavía guardan devotamente las comunidades
judías actuales. El texto estaba escrito en pieles que, cosidas una a otra por los
lados, permitían contener largos textos. Aquel día el “director” se lo ofreció al
Maestro. Imaginaos, mis queridos jóvenes lectores, la emoción que sentiría su
Madre, que observaría todo con atención, desde el espacio reservado a las mujeres.
Con parsimonia fue desenrollando por un lado y enrollando por el otro el largo
pergamino, hasta encontrar el pasaje de Isaías del que quería hablar. Empezó por
leerlo, de aquí se deduce que sabía leer y en la lengua del profeta clásico, cosa
poco común entonces. Anunciaba el autor inspirado que el Espíritu del Señor
vendría sobre el Elegido. Adelantaba que sería una noticia de redención, de perdón,
de libertad. Os ahorro repetir textualmente lo que habréis escuchado en la liturgia
de la misa de hoy y ahora deberéis recordar.
Sonaba a utopía, máxime en tiempos de decepción, derrota y experiencia de
corrupción por parte de las autoridades de uno y otro bando. ¿Os suena, mis
queridos jóvenes lectores, a alguna realidad actual? ¿Verdad que los tiempos y sus
defectos, errores y ambiciones, se repiten?
Lo común en politiqueros de turno, es achacar todos los males al contrario. Lo usual
en neuróticos, es satisfacerse morbosamente en proclamar desdichas, para infectar
de angustia al pueblo sencillo. El que se aprovecha de cualquier situación para
sacar buena tajada, también habla de males. Ya que el amargado, es un buen
consumidor. Dios es optimismo, escribía yo hace pocos días, en otro lugar de
nuestra publicación. Dios llama al optimismo, digo ahora. Serle fiel es la manera de
mantenerse esperanzado, pese a riesgos, dificultades e incomprensiones.
Cerró el volumen que lo entregaría al responsable y este, meticulosa y ritualmente,
lo guardaría en el armario a él reservado. El silencio se cortaba. Solemne y
atrevidamente, dijo el Maestro: hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír.
¡Anda ya! De la polémica que se siguió, de los riesgos por los que pasó el Señor,
nos hablará el evangelio de la próxima semana.
Os advierto, mis queridos jóvenes lectores, que hoy me hubiera gustado
comentaros las dos primeras lecturas. Lo hubiera hecho largamente. Abandono la
tentación, atractiva y buena tentación, por prudencia y respeto a vuestra paciencia.
Acabo comentándoos que en la Nazaret actual, hay un recinto llamado “iglesia de la
sinagoga”. Es antigua y fue edificada en honor del pasaje leído hoy, pero no
corresponde al lugar del acontecimiento. Piensan los arqueólogos que la que visitó
Jesús, estaría situada bajo la actual mezquita. Pretender excavaciones y estudios
en un tal lugar es prácticamente imposible.