EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la segunda semana del tiempo ordinario
Carta a los Hebreos 7,25-28.8,1-6.
De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su
intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha,
separado de los pecadores y elevado por encima del cielo.
El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada
día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez
para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio,
la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a
ser perfecto para siempre.
Este es el punto capital de lo que estamos diciendo: tenemos un Sumo Sacerdote
tan grande que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo.
El es el ministro del Santuario y de la verdadera Morada, erigida no por un hombre,
sino por el Señor.
Ahora bien, todo Sumo Sacerdote es constituido para presentar ofrendas y
sacrificios; de ahí la necesidad de que tenga algo que ofrecer.
Si Jesús estuviera en la tierra, no podría ser sacerdote, porque ya hay aquí otros
sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la Ley.
Pero el culto que ellos celebran es una imagen y una sombra de las realidades
celestiales, como Dios advirtió a Moisés cuando este iba a construir la Morada,
diciéndole: Tienes que hacerlo todo conforme al modelo que te fue mostrado en la
montaña.
Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de
una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.
Salmo 40(39),7-8a.8b-9.10.17.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: "Aquí estoy.
En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón".
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
tú lo sabes, Señor.
Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan
y digan siempre los que desean tu victoria;
"¡Qué grande es el Señor!"
Evangelio según San Marcos 3,7-12.
Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de
Galilea.
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de
Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la
muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban
sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres
el Hijo de Dios!".
Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
comentario del Evangelio por
Beato Juan XXIII (1881-1963), papa
Diario del alma, 29/11/1940
“Lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea, y
Transjordania”
“Se￱or, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.” (Sal 50,17)
Cuando uno advierte que estas palabras son proclamadas cada día a la hora de la
alabanza matutina en nombre de la Iglesia que ora por ella misma y por el mundo
entero, por miles y cientos de miles de bocas implorando esta gracia, nuestra visión
se ensancha y se completa. Es la Iglesia que se anuncia, no como un monumento
histórico del pasado, sino como una institución viva. La Santa Iglesia no es como un
palacio que se construye en un año. Es una ciudad grande que contiene el universo
entero. “La monta￱a de Si￳n está fundada sobre la alegría de toda la tierra; la
ciudad del gran Rey se extiende hacia el Norte.” (Sal 47,3 Vulgata)
La fundación de la Iglesia se comenzó hace veinte siglos y sigue realizándose. Se
extiende a toda la tierra hasta que el nombre de Cristo sea adorado en todas
partes. A medida que prosigue su construcción, los nuevos pueblos a quienes es
anunciado el nombre de Cristo exultan de gozo: “Los pueblos se alegran por el
gozoso anuncio.” (cf Hch 13,48) Es bello pensar en esto, edificante para todo
presbítero que recita su breviario: cada uno tiene que comprometerse a fondo en la
construcción de esta Iglesia santa.
nnnnEl que se dedica a la predicación, en calidad de mensajero del evangelio, diga
al Se￱or: “Se￱or, ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.” (Sal 50,17)
El que no es misionero, que desee ardientemente cooperar en la gran tarea de la
misi￳n. Y cuando salmodia en privado, solo en su celda, que diga también: “Se￱or,
ábreme los labios.” Porque, por la comuni￳n en la caridad debe considerar como
suya toda lengua que anuncia el evangelio en aquel momento, siendo el evangelio
la suprema alabanza divina.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”