Encuentros con la Palabra
Tercer Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 1, 1-4; 4,14-21)
(...) me ha parecido conveniente escribirte estas cosas ordenadamente
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Después de una pequeña escala por el evangelio de san Juan, que hicimos el domingo
pasado, el Ciclo C de la liturgia dominical nos invita a recorrer el tercer evangelio, escrito
muy probablemente por un médico, compañero de Pablo de Tarso (Cfr. Colosenses 4, 14; 2
Timoteo 4, 11; y Filemón 24), que se dio a la tarea de investigar sobre la vida de Jesús, para
ofrecer a la comunidad cristiana de origen no judío, “la historia de los hechos que Dios ha
llevado a cabo entre nosotros, según nos los transmitieron quienes desde el comienzo
fueron testigos presenciales y después recibieron el encargo de anunciar el mensaje”. Para
ello, dice el autor de este evangelio, dirigiéndose a un tal Te￳filo, “lo he investigado todo con
cuidado desde el principio, y me ha parecido conveniente escribirte estas cosas
ordenadamente, para que conozcas bien la verdad de lo que te han ense￱ado”.
Junto con esta sencilla introducción al texto que vamos a leer en los próximos domingos, el
evangelio nos presenta la primera actuación pública de Jesús en Nazaret. Volver a la tierra
natal y hacer la lectura del profeta Isaías delante de toda la comunidad que lo conocía desde
pequeño, no debió ser fácil para Jesús. Sobre todo, porque el texto que tuvo que leer
anuncia una acción muy particular del Espíritu en medio de su pueblo: “El Espíritu del Se￱or
está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha
enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los
oprimidos; a anunciar el a￱o favorable del Se￱or”.
Esa acción del Espíritu, no fue sólo la que vivió y sintió el profeta Isaías al escribir estas
palabras, sino también la acción que Jesús sentía que estaba aconteciendo en su propia
vida en ese mismo momento. Por eso, al terminar la lectura y percatado de la mirada
inquisidora de sus coetáneos, se atrevi￳ a decir: “Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que
ustedes acaban de oír”, aunque sabía que esta afirmaci￳n podría causarle los primeros
problemas y rechazos entre sus mismos amigos y conocidos.
Pero no podemos detener ahí la obra creadora y salvadora de Dios en medio de su pueblo.
Tenemos que reconocer que esa misma acción creadora y salvadora de Dios sigue
aconteciendo hoy en medio de nosotros, en cada uno de los seres humanos, llamados,
como Jesús, a llevar una buena noticia a este mundo, tan lleno de las mismas esclavitudes y
miserias que Isaías experimentó y que Jesús descubría entre sus contemporáneos. Hoy
también se está cumpliendo esta Escritura que acabamos de escuchar. Nuestra
responsabilidad está en preguntarnos constantemente por las llamadas del Espíritu en
nuestra propia realidad.
Vine a mi memoria en este momento, la historia del niño que iba a rezar todos los días a
la misma hora a una Iglesia. El sacerdote, viendo que el niño venía todos los días y
pasaba algunos minutos arrodillado delante del Santísimo Sacramento, le preguntó un
día: “¿Qué le pides a Dios todos los días? ¿Cuál es tu problema? A lo que el ni￱o
respondi￳: “No le pido nada. No tengo grandes problemas. Lo único que le pregunto a
Dios es en qué le puedo ayudar”.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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