DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía del P. Bonifaci Tordera, monje de Montserrat
14 de noviembre de 2010
Estamos tocando el final del año litúrgico y la Iglesia nos hace reflexionar en otros
momentos de la Historia que en cierto modo también han sido final de una época. Hoy
nos presenta la destrucción de Jerusalén y de su templo. No es la primera vez que se
anuncia; ya en tiempos de Jeremías, Miqueas y Ezequiel habían anunciado el juicio de
Dios por la infidelidad del pueblo que no había escuchado el aviso del profeta. En el
tiempo de Jesús se anuncia la destrucción por no haber hecho caso de la salvación
que Jesús le llevaba. Jesús, en su entrada a Jerusalén, lloró sobre la ciudad y anunció
que "no quedará piedra sobre piedra porque no has reconocido el tiempo en que eras
visitada". Aquel templo, del que tan orgullosos estaban los judíos, había sido
comenzado a construir por Herodes el año 19 a C. y aún estaba en construcción en
tiempos de Jesús. No sería inaugurado hasta el año 60. De aquel conjunto majestuoso
no quedaría piedra sobre piedra. Realmente, los romanos se vengaron y lo arrasaron
el año 70. Jesús predijo que todo esto sería precedido por falsos profetas, guerras,
persecuciones, pero que los discípulos serán asistidos por él mismo. Serán odiados
por causa de él, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Acaba de decir que
matarían a algunos. ¿Cómo se ha de entender? Antes, en el Evangelio encontramos
una frase parecida: "hasta los pelos de vuestra cabeza están contados" y "si Dios se
preocupa de los pájaros del cielo, vosotros valéis mucho más que ellos. Por tanto, no
os molestáis por lo que debe decir en las sinagogas y ante las autoridades, porque el
Espíritu os enseñará lo que habéis de decir en ese momento”. De lo que se trata,
pues, es de confiar y perseverar. No se nos ahorran las dificultades, hay que aguantar
firme ante las dificultades, pero Dios no los abandonará. Vuestras vidas están en
buenas manos.
¿Qué nos dice hoy todo esto? Que el momento presente lo tenemos que ver como
transparencia del futuro que nos introducirá en la eternidad. También hoy ser cristiano
significa ser incomprendido si no ridiculizado. Hay en el mundo también situaciones de
persecución hacia los cristianos. La cultura en Occidente se ha apartado del
Evangelio. Tenemos influencias de religiones antes nunca vistas, abunda una
mentalidad científica y hedonista que empuja en contra de la dirección cristiana. La fe
es combatida frontalmente y los medios de comunicación ayudan en ello. Tenemos la
sensación de que la Iglesia se hunde. Es el momento de resistir, de dar testimonio y
de creer las palabras de Jesús: "nada se perderá, sus vidas no quedarán en manos de
estos enemigos. Yo he vencido al mundo y también vosotros lo venceréis”.
El mundo no tiene la última palabra. Habrá un juicio, "un fuego que abrasará a los
enemigos, pero saldrá un sol que lleva la salud en sus rayos". Los que aguanten firme
"verán al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo viniendo con gran poder y
majestad". Y dirá: "venid, benditos de mi Padre y poseed el Reino que os estaba
preparado desde la creación del mundo". Dichosos los que se refugian en él.