Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Dios cumple sus promesas
Todo lo que inicia llega revestido con aires de promesa. De un Presidente se espera que
cumpla lo que anunció en la campaña electoral. Un estudiante es una promesa para sus
padres y para la sociedad. Los primeros esperan que corresponda al ingente esfuerzo por
educarlo y hacer de él una persona de bien, y para la sociedad porque espera un
profesionista comprometido con el desarrollo del país. Un noviazgo serio es una promesa
de amor que espera convertirse en alianza matrimonial. Incluso el inicio de una película, un
partido de fútbol o una corrida de toros, todo comienza como una promesa de algo que está
llamado a ser grande y maravilloso.
Quien no cumple lo prometido, defrauda y provoca indignación. ¿Cómo nos sentimos
cuando nos sabemos burlados y engañados por nuestros líderes políticos? ¿Cómo se sienten
los padres cuando su hijo defrauda sus expectativas? ¿Qué sucede en el estadio cuando el
equipo de fútbol se conforma con patear indolentemente el balón?
Este domingo Jesús toma las escrituras del profeta Isaías que anuncian la venida del Mesías
que habría de salvar al hombre de la muerte eterna, el ungido de Dios que restablecería el
orden roto por el pecado original. La promesa que Dios hizo con Abraham dos mil años
antes del nacimiento de Cristo, llega ahora a su pleno cumplimiento. Jesús declara: “Hoy
mismo se han cumplido las escrituras” (Lc. 4,21).
Las promesas que Dios nos hizo de salvación, ¿han quedado defraudadas?, ¿podemos
levantar el puño hacia el cielo para reclamar a Dios?
Habrá muchos que se rebelen porque tienen problemas económicos, porque sufren dolor en
el cuerpo o en su espíritu, porque la vida no resulta tan lógica ante eventos como un
tsunami o un terremoto, es decir, ante el misterio del mal y del dolor. Como dijo alguno,
ante el sufrimiento del inocente.
Pero entonces, ¿qué fue exactamente lo que Dios nos ha prometido? Nos prometió
rescatarnos de la muerte eterna y del pecado y en su Encarnación y muerte en la cruz
cumplió su promesa. No nos prometió quitarnos las tristezas y los sufrimientos, no
obstante, nos da fortaleza para sobrellevarlos. Nos prometió el cielo, no la tierra. Nos
ofreció el camino de la humildad, no el del orgullo. Nos invitó a vivir en la verdad, no en la
mentira. Nos recompensa por ser misericordiosos, no por ser poderosos.
Dios cumple lo que promete, pero cuidado en exigirle lo que Él no ha ofrecido, para no
quedar defraudados y enojados. Aún así, “ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc. 1,37)
y “todo es posible para el que cree en Él” (Mc. 9,23).
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