II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ El del Evangelio de hoy es un milagro impresionante (comparable a la
multiplicación de los panes). Un milagro que muchos admiran ( y quisieran
poder realizar ), pero que sólo Dios puede hacer.
San Juan, en su Evang., nunca habla de “milagros”, sino de “signos” ,
“se￱ales”.
Así el Evangelio de hoy: “Este fue el primero de los signos que realiz￳
Jesús”. Si es signo, debemos prestar atención no tanto a lo maravilloso que se nos
cuenta, sino a aquella realidad de la cual esto maravilloso es un “signo”.
Y en todos los signos, lo que significa es el mismo Jesús , que se manifiesta
a través de esos signos, y algunas veces incluso lo explícita:
Multiplicación de los panes --------> “Yo soy el Pan Vivo”.
Dá vista al ciego ---------------------> “Yo soy la Luz del mundo”.
Resucita a Lázaro --------------------> “Yo soy la resurrección y la Vida”.
Así Jesús muestra al mundo quién es Él , y busca provocar como respuesta
en nosotros la fe... “Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó con sus signos,
manifest￳ su gloria, y creci￳ la fe de sus discípulos en Él”.
+ La figura de la fiesta de casamiento es común en las páginas del Antiguo
Testamento. Jesús la retoma en sus parábolas.
Los profetas hablan de fiesta de casamiento para referirse a la Alianza de
Dios con su pueblo; esa alianza , por ser una Alianza de amor, es como un
casamiento en el que el mismo Dios es el novio, y su pueblo es la novia siempre
amada, pero al mismo tiempo siempre ingrata e infiel a su divino esposo.
Los textos de los profetas anuncian un día en el que finalmente el pueblo
será fiel a su Dios, y estará preparado para las bodas; entonces llegará el
casamiento feliz [releer la Iº Lect. desde donde dice “Ya no te llamarán
abandonada...” ].
También la fiesta y el vino ocupan un lugar importante en los discursos de los
profetas. Todos sabemos por experiencia lo que significa compartir la mesa en una
fiesta, y lo que es el vino como bebida que acompaña y aumenta la alegría.
Justamente por esto, cuando los profetas del Antiguo Testamento quería hablar de
tiempos de tristeza y amargura, decían que faltaría vino. Y también, para hablar de
 
los tiempos mesiánicos, describían banquetes espléndidos, con vinos gratuitos y
muy abundantes...
Con todos estos elementos tenidos en cuenta, no es difícil de leer cuál es el
“signo” de las bodas de Caná: una boda sin vino es un retrato aleg￳rico de lo que
es el mundo antes de que llegue Cristo.
+ María santísima, con la ternura de su amor, nota la incomodidad por la
que pasan los novios, que ya no tienen vino para ofrecer a sus invitados. Y Jesús le
contesta algo que suena extraño para nosotros “Mujer... todavía no ha llegado mi
hora”.
En el Evangelio de San Juan la hora de Jesús es el momento de su paso al
Padre, su Muerte y Resurrección, su glorificación. Cuando Él vuelve al Padre, envía
al Espíritu Santo, y con Él desciende sobre el mundo todo el cúmulo de bienes que
nos trae el Mesías.
Pero hasta que llegue esa “hora”, la hora del Se￱or y la nuestra, la hora en
que Cristo hace con nosotros una “Alianza nueva y eterna” por su sangre
derramada en la Cruz, todos esos bienes de los cuales la fiesta y el vino son signos,
no están todavía a nuestro alcance.
+ Así entonces comprendemos lo que significa este milagro, o mejor, este
“signo” de Cristo : Jesús mostró en forma simbólica lo que sería el momento de su
glorificación.
Su muerte y Resurrección, su paso al Padre, es la hora en la que se realiza
la perfecta unión de amor entre Dios y los hombres : un verdadero casamiento
mesiánico . Esto implica una alegría inmensa e imperturbable: es la felicidad del
Cielo que inunda a todos los hombres que participan de esta unión.
En la vida de los hombres muchas veces falta la alegría de esta fiesta de
bodas... Falta el clima de la unión que proviene del amor, falta felicidad. Son vidas
tristes y apagadas, como una fiesta sin vino (Como Caná antes de que Jesús
actuase).
Comprendamos hoy que todos los intentos por subsanar nuestras carencias
prescindiendo de Jesús, están destinados al fracaso. No hay ninguna cosa, ningún
dinero, ninguna fama, ningún poder capaz de hacer lo que sólo Jesús pudo hacer en
Caná, y puede hacer en nuestras vidas.
+ ¡Abramos entonces, de todo corazón, las puertas a Cristo Redentor!
Invitémoslo a nuestra fiesta, para que Él nos traiga el vino que dé alegría a nuestro
mundo: su Amor y su Presencia consoladora, el perdón de nuestros pecados, su
Cuerpo, verdadero Pan de Vida y su Sangre, bebida de Salvación... y la certeza
absoluta de que Él jamás nos abandonará.
+ Dios no es un aguafiestas... Hoy nos muestra precisamente todo lo
contrario. Él quiere darnos en abundancia el vino de la gracia, alegría y sabiduría
de vida... Para eso vino: “Para que tengan vida, y la tengan en abundancia”
+ María también está presente hoy y siempre entre nosotros...
Y nos susurra incesantemente al oído: “Hagan todo lo que Él les diga”.
Amén.