III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ne 8, 2-10; Sal 18; 1Co 12, 12-30; Lc 1, 1-4; 4, 14-21
Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han
verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el
principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo
también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes,
escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su
fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado
por todos. Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la
sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el
volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde
estaba escrito: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar
a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de
gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la
sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: "Esta
Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy."
La semana pasada la liturgia nos presentaba a Jesucristo manifestándose por
primera vez en las bodas de Caná, y en este acontecimiento se nos mostraba la
promesa que Dios hace de unirse amorosamente con la humanidad y por
consiguiente, con cada uno de nosotros, a través de la imagen de la boda. Por ello,
el profeta Isaías, utilizando el lenguaje de enamorados y del matrimonio dice: "«...
No te dirán más abandonada, ni llamarán a tu tierra desolada; a ti te dirán mi
favorita y llamarán a tu tierra desposada.
Porque el Señor encuentra en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo: como se
alegra un marido ante su esposa, así el Señor se alegrará de ti...». Otra idea
importante, es que esa promesa de unión amorosa de Dios con el ser humano, es
ya una realidad, que se hace presente con Jesucristo, hecho hombre, encarnado, Él
es el novio en las bodas de Caná. Él es el esposo que viene a hacer realidad las
promesas: el perdón, la salvación y los esponsales de la humanidad con Dios.
Nuestro Papa Benedicto XVI dice: ᆱ…Lo de las bodas de Caná es, por así decirlo, "el
comienzo de los signos" (Jn 2,11), o sea el primer milagro realizado por Jesús, con
el cual Él manifest￳ en público su gloria, provocando la fe de sus discípulos. (…)
Con este "signo", Jesús se revela como el Esposo mesiánico, que vino a establecer
 
con su pueblo la nueva y eterna Alianza, según las palabras de los profetas: "Como
se regocija el novio por la novia, así tu Dios se regocijará por ti" (Is 62, 5). Y el
vino es símbolo de esta alegría del amor; pero también alude a la sangre que Jesús
derramará al final, para sellar su pacto nupcial con la humanidad…ᄏ (Benedicto XVI,
Ángelus, 20 de enero de 2013).
En la liturgia de este domingo vemos a Jesucristo en la sinagoga de Nazareth y los
textos bíblicos nos van a hacer presente como las promesas de Dios se cumplen en
Cristo y que ya ha llegado el momento que también en nuestra vida estas promesas
se cumplan. Por ello se nos vuelve a repetir el mismo esquema, de la semana
anterior: una promesa y su realización ya presente, la cual nos da las pautas a
seguir para hacer realidad nuestra unión con Dios que transformará nuestra vida.
Escuchando e interiorizando la Palabra de Dios, el hombre experimenta como la
Palabra es eficaz porque contempla como Dios la cumple en su vida.
Es importante señalar lo que nos die el Papa Benedicto XVI, en las catequesis
semanales por el A￱o de la Fe: ᆱ…En Jesús la mediaci￳n entre Dios y el hombre
también encuentra su plenitud. En el Antiguo Testamento hay una gran cantidad de
figuras que han desarrollado esta función, sobre todo Moisés, el libertador, el guía,
el "mediador" de la alianza, como lo define también el Nuevo Testamento (cf. Ga.
3,19; Hch 7, 35; Jn 1,17). Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, no es
simplemente uno de los mediadores entre Dios y el hombre, sino que es "el
mediador" de la nueva y eterna alianza (cf. Hb 8,6; 9.15, 12.24), "porque hay un
solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús,
hombre" (1 Tm. 2,5, Ga. 3,19-20). En Él podemos ver y conocer al Padre; en Él
podemos invocar a Dios con el nombre de "Abbà, Padre"; en Él se nos da la
salvaci￳n…ᄏ (Benedicto XVI, Catequesis: “Jesucristo mediador y plenitud de toda la
revelaci￳n”, 16 de enero de 2013).
En la primera lectura el profeta Nehemías denuncia al pueblo judío que ha perdido
el sentido de su vida, de su existencia, de su obrar. Caminan en la oscuridad de la
desgracia y de la tribulación, en una vida de esclavitud. Hasta que el sacerdote
Esdras lleva el libro a la asamblea de hombres y mujeres y niños, entonces la
Palabra ilumina de nuevo sus vidas con sus promesas, permitiéndoles encontrar de
nuevo el sentido de su existir y de su caminar. Renace en ellos la esperanza de
encontrarse con Dios, promesa que se cumple en Jesucristo.
En el evangelio escuchamos que Jesucristo vuelve a su pueblo, pueblo que le vio
crecer. Entra en la sinagoga el día de sábado, como era la costumbre de todo judío
fiel. Leyeron la primera lectura sobre la Ley (el Pentateuco) y la comentó un doctor
de la Ley, como lo establecían las normas. La segunda lectura se tomaba de los
profetas y podía ser leída por cualquier hombre, mayor de 30 años. Escogiendo el
texto de Isaías, Jesucristo revela el gran proyecto de Dios para toda la humanidad:
ᆱ...El Espíritu del Se￱or está sobre mí… para que dé la Buena Noticia a los pobres.
Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos, la vista, para
poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor...».
Con esta palabra revela el gran designio de Dios que quiere colmar de bienes a
todos los que sufren y dar libertad a todos los que viven en esclavitud, porque
Cristo es el cumplimiento de las profecías.
Esta Palabra de Dios si la escuchamos, si la interiorizamos, si la acogemos llenará
nuestro corazón de su gracia. Sólo así, viviendo la Palabra de Dios cada día estas
promesas ya serán una realidad vivida en nuestro hoy, como el mismo Jesucristo
nos lo anuncia: «... hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír...». Y como en
otra ocasión nos revela: «...El Reino de Dios está ya dentro de vosotros...». Por eso
que la segunda lectura prácticamente concluye esta buena noticia que se nos ha
comunicado, porque solamente en Cristo se puede vivir en comunión y en unidad.
Es de resaltar en este Año de la Fe, que así como Esdras invita a la gente a
escuchar lo que la Alianza de Dios comunicaba, invitando al pueblo a la fidelidad,
tanto así que el pueblo al escuchar estas palabras se conmovía y se llenaba de
gozo; el Evangelio de este día nos invita a contemplar a Cristo como la verdadera
Alianza de Dios hecha realidad para nosotros. En este presente domingo estamos
todos invitados no solamente a contemplar a Cristo, que es el Ungido por el Espíritu
Santo, sino que también, esta palabra nos llama a todos nosotros a decir como
Cristo: hoy esta palabra se ha cumplido, esta Palabra se cumple en mí, se hace
carne en mi vida, ᆱ…Cristo es el que otorga la liberaci￳n, (…), puesto que cada día
se nos perdona nuestras deudas…ᄏ (San Agustín, Sermo. 134.6).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar