EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la tercera semana del tiempo ordinario
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Carta a los Hebreos 9,15.24-28.
Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin
de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera
Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas -simple
figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en
favor nuestro.
Y no entró para ofrecerse así mismo muchas veces, como lo hace el Sumo
Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya.
Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación
del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación
de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio.
Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual
viene el Juicio,
así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los
pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el
pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.
Evangelio según San Marcos 3,22-30.
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y
expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios".
Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a
expulsar a Satanás?
Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.
Y una familia dividida tampoco puede subsistir.
Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede
subsistir, sino que ha llegado a su fin.
Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si
primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier
blasfemia que profieran.
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable
de pecado para siempre".
Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".
Comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Encíclica “Dominum et vivificantem”, § 46 (trad. © Libreria Editrice
Vaticana)
El pecado contra el Espíritu Santo
¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable? ¿En qué sentido
hay que entender esta blasfemia? Santo Tomás de Aquino responde que se trata de
un pecado “irremisible por su misma naturaleza porque excluye los elementos
gracias a los cuales se concede la remisión de los pecados”. Según tal exégesis,
esta blasfemia no consiste, propiamente, en decir palabras ofensivas contra el
Espíritu Santo, sino que consiste en no querer recibir la salvación que Dios ofrece al
hombre a través del Espíritu Santo que actúa en virtud del sacrificio de la cruz. Si el
hombre rechaza la “manifestación del pecado” que viene del Espíritu Santo (Jn
16,8) y que tiene un carácter salvífico, rechaza, al mismo tiempo, la “venida” del
Paráclito (Jn 16,7), “venida” que tiene lugar en el misterio de Pascua, en unión con
el poder redentor de la Sangre de Cristo, Sangre que “purifica la conciencia de las
obras muertas” (Heb 9,14).
Sabemos que el fruto de una tal purificación es la remisión de los pecados. En
consecuencia, quien rechaza al Espíritu y la Sangre (cf 1Jn 5,8) permanece en las
“obras muertas”, en el pecado. Y la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste,
precisamente, en el rechazo radical de esta remisión de la cual él es el dispensador
íntimo, y que presupone la verdadera conversión que él opera en la conciencia. Si
Jesús dice que el pecado contra el Espíritu Santo no puede ser perdonado ni en este
mundo ni en el otro es porque esta “no-remisión” está ligada, como a su causa, a la
“no-penitencia”, es decir, al rechazo radical de convertirse...
La blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre que
presume y reivindica el “derecho” a perseverar en el mal –en el pecado, cualquiera
que sea su forma- y por ahí mismo rechaza la Redención. El hombre permanece
encerrado en el pecado, haciendo, pues, por su parte, imposible la conversión y,
por consiguiente, también la remisión de los pecados, la cual él no juzga esencial ni
importante para su vida. En este caso, hay una situación de ruina espiritual, porque
la blasfemia contra el Espíritu Santo no permite al hombre salir de la cárcel en la
cual él mismo se ha encerrado.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”