EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la tercera semana del tiempo ordinario
Carta a los Hebreos 10,11-18.
Cada sacerdote se presenta diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer
muchas veces los mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el
pecado.
Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se
sentó para siempre a la derecha de Dios,
donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.
Y así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que
santifica.
El Espíritu Santo atestigua todo esto, porque después de haber anunciado:
Esta es la Alianza que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Yo
pondré mis leyes en su corazón y las grabaré en su conciencia,
y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades.
Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos
ninguna oblación.
Salmo 110(109),1.2.3.4.
Dijo el Señor a mi Señor:
"Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies".
El Señor extenderá el poder de tu cetro:
"¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!".
"Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora".
El Señor lo ha jurado y no se retractará:
"Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec".
Evangelio según San Marcos 4,1-20
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió
junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en
ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.
El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les
enseñaba:
"¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.
Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los
pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida
porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.
Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.
Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y
desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno".
Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le
preguntaban por el sentido de las parábolas.
Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en
cambio, para los de afuera, todo es parábola,
a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y
alcancen el perdón".
Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas
las demás?
El sembrador siembra la Palabra.
Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra;
pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.
Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la
Palabra, la acogen en seguida con alegría;
pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la
tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.
Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la
Palabra,
pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás
deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.
Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la
aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno".
Comentario del Evangelio por:
San Bernardo de Claraval (1091-1153), cisterciense, abad, doctor de la
Iglesia
Sermón en la Natividad de María “El Acueducto”, §13, 18
«El sembrador siembra la Palabra»
En lo demás, hermanos, debemos procurar con el mayor cuidado que aquella
Palabra que salió de la boca del Padre para nosotros por medio de la Virgen, no se
vuelva vacía, sino que por mediación de Nuestra Señora devolvamos gracia por
gracia. Mientras suspiramos por la presencia, fomentemos con toda nuestra
atención su memoria, y así sean restituídas a su origen las corrientes de la gracia
para que fluyan después más copiosamente...
Así, los que hacéis memoria del Señor, no guardeis silencio, no permanezcáis
mudos, aunque, a la verdad, los que tienen presente al Señor no necesitan de
exhortación, y aquellas palabras del profeta: alaba, Jerusalén, al Señor, alaba a tu
Dios, Sión, más bien son de congratulación que de amonestación, pero porque los
que caminan aún en la fe, necesitan de amonestación para que no callen y no
respondan al Señor con el silencio, porque El hace oír su voz y habla palabras de
paz para su pueblo y para sus santos y para todos aquellos que se vuelven a El de
corazón(Sal. 84,9)... Por esto se dice en el salmo: Con el santo serás santo, y con
el varón inocente, inocente, y oirá al que le oye y hablará al que le habla. De otra
suerte le habrás dado silencio, si tú callas. Pero ¿si tú callas de qué? De la
alabanza. No calléis, dice, y no le deis silencio hasta que establezca y ponga a
Jerusalén y hasta que haga de ella la admiración de la tierra (Is 62, 6- 7). La
alabanza de Jerusalén es gustosa y hermosa alabanza, a no ser que acaso
juzguemos que los ciudadanos de Jerusalén se deleitan de las alabanzas mutuas y
que se engañan recíprocamente con la vanidad.
Por eso aquello poco que deseas ofrecer, procura depositarlo en aquellas manos
de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al
Señor, sin sufrir de El repulsa.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”