Ciclo C: IV Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
¿Les ha pasado alguna vez ir a un sitio con la mejor buena voluntad y sentir al rato
que no son bienvenidos? ¿O decir algo a alguien con el mejor buen espíritu y sentir
que no son escuchados sino rechazados y hasta maltratados? Es lo que le pasó a
Jesús en su visita ilusionada al pueblo donde se crió (Nazaret), que terminó con un
final nada feliz, pues le hicieron cargamontón con intención de desbarrancarlo (Lc
4,21-30). ¿Qué había pasado? ¿Por qué lo que comenzó tan bien (Mt 13,54-58; Mc
6.1-6; Lc 4, 14-21), terminó tan mal?
Para los evangelistas todo fue cuestión de falta de fe de una parte del pueblo, de
obcecación. (Mt 13, 58; Mc 6,6; Lc 4,24). Simplemente no les cabía en la cabeza
que ese hombre, al que conocían tan bien (según ellos), fuera quien decía ser. Para
ellos era un impostor y lo mejor que podían hacer era acabar con Él. A Dios gracias
se interpuso ese algo superior que había en Jesús, quien lleno de digna autoridad,
se abrió paso por entremedio de ellos y siguió su camino.
El acontecimiento sigue dando pie a muchos comentarios. Ante todo el de Jesús,
cuya verdad desgraciadamente experimentamos tantas veces a todo nivel: Nadie es
profeta entre los suyos… Y este otro, también de Jesús: no hay peor incrédulo que
el que no quiere creer (Mc 6,6). Estaban a punto de creer -¿¡de dónde le viene todo
esto (su sabiduría y el hacer milagros)!?, se preguntaban (Mc 6,2), pero algo les
impedía dar el salto de la fe y acoger al Señor. ¿Su orgullo? A ellos no les iba a
engañar, pues conocían muy bien la madera de que estaba hecho y nunca en los 26
a￱o que vivi￳ con ellos había hecho un milagro… ¡Misterio de la llamada Vida Oculta
de Jesús en Nazareth), es mi comentario.
Hoy también son muchos los que no acaban de creer en Jesús (ni en su iglesia),
incluso llamándose cristianos. Por orgullo, unos, (muchos sedicentes científicos,
agnósticos, ateos), pues, en definitiva, no creen necesitarlo. Por interés y
conveniencia, otros, (los corruptos, los traficantes (de tantas cosas), los
pecadores), pues no quieren dejar todavía el vicio… Más tarde…, piensan y hasta lo
dicen, arriesgando su salvación. Por prejuicios, bastantes, especialmente contra la
iglesia, pues, sin conocerla a fondo, la juzgan y la condenan.
Los papás, los educadores, los misioneros, los líderes, los constituidos en autoridad,
han de saber que no siempre van a ser aceptados, (nadie es profeta entre los
suyos…). Pero, como Jesús, habrán de seguir siempre siendo fieles a su vocaci￳n y
misión. Sin transar en los principios, enfrentando las situaciones adversas con
dignidad, siguiendo adelante como si nada hubiera sucedido, abriéndose paso entre
las dificultades (personas y/o sucesos y hechos), buscando siempre nuevos campos
de trabajo…
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)