EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Fiesta de la Presentación del Señor
Libro de Malaquías 3,1-4.
Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida
entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Angel de la alianza que
ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando
aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los
lavanderos.
El se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará
como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda
conforme a la justicia.
La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos
pasados, como en los primeros años.
Salmo 24(23),7.8.9.10.
¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
¿Y quién es ese Rey de la gloria?
Es el Señor, el fuerte, el poderoso,
el Señor poderoso no los combates.
¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
¿Y quién es ese Rey de la gloria?
El Rey de la gloria
es el Señor de los ejércitos.
Evangelio según San Lucas 2,22-40.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño
a Jerusalén para presentarlo al Señor,
como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma,
como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y
esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él
y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús
llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de
caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente
los pensamientos íntimos de muchos".
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser,
mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con
su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se
apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba
acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de
Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba
con él.
Comentario del Evangelio por:
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón para la Presentación, §2
“Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor”
Ofrece a tu hijo, Virgen santa, y presenta al Señor el fruto bendito de tu vientre
(Lc 1,42). Ofrece para nuestra reconciliación a la víctima santa que le agrada a
Dios. Dios aceptará sin duda alguna esta ofrenda nueva, esta víctima de gran
precio, sobre quien él mismo dijo: "éste es mi Hijo amado; en quien me complazco"
(Mt 3,17). Pero esta ofrenda, hermanos, parece bastante dulce: es solamente
presentada al Señor, rescatada por palomas y recuperada en seguida. Vendrá el día
en que este Hijo no será ofrecido más en el Templo, ni en los brazos de Simeón,
sino fuera de la ciudad, en los brazos de la cruz. Vendrá el día en que no será
rescatado por la sangre de una víctima, sino donde él mismo rescatará a otros por
su propia sangre... Será el sacrificio de la tarde.
Éste es el sacrificio de mañana: es alegre. Pero ése será más total, ofrecido no
en el momento de su nacimiento sino en la plenitud de la edad. Al uno y al otro se
puede aplicar lo que había predicho el profeta: "se ofreció, porque él mismo lo
quiso" (Is 53,10). Hoy en efecto, se ofreció no porque necesitaba hacerlo, ni porque
fuera sujeto de la Ley, sino porque él mismo lo quiso. Y sobre la cruz lo mismo, se
ofrecerá no porque mereciera la muerte, ni porque sus enemigos tuvieran poder
sobre él, sino porque él mismo lo quiso.
Entonces "te ofreceré un sacrificio voluntario", Señor (Sal. 53,8), porque
voluntariamente te ofreciste por mi salvación... Nosotros también, hermanos,
ofrezcámosle lo mejor que tenemos, es decir a nosotros mismos. Él se ofreció a sí
mismo, y tú, ¿quién eres para vacilar en ofrecerte por completo?
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”